Atucha III una decisión descabellada
No solo el mundo va abandonando este tipo de emprendimientos, sino que China tiene un desarrollo sobre el particular con estándares de seguridad no muy confiables. Solo Pakistan usa su tecnología. Nosotros queremos aprovechar la “buena“ financiación y le vamos a comprar un reactor nuclear.
Ya lo hemos dicho en distintas oportunidades: ubicar un reactor nuclear próximo a otros constituye un error de magnitud para el futuro. Ojalá nunca haya que arrepentirse de tal monumental error.
En un país como el nuestro es necesario, posible y conveniente desarrollar centrales a gas, hidráulicas y eólicas de menores costos. Recursos naturales para estas formas de energía no nos faltan. Comprar un reactor nuclear es una pésima decisión.
Alemania, con el desastre de Fukushima adquirió conciencia. Decidió durante la administración Merkel, cerrar sus centrales nucleares por los riesgos y sustituirlas por plantas de gas o ciclo combinado. La invasión rusa a Ucrania y la consecuente limitación del uso de gas ruso, retrasaron el cambio.
Bancos chinos se comprometieron a financiar hasta el 85 % de la inversión de Atucha III, el reactor de 1.150 MW que se planea instalar junto a los tres reactores existentes allí en Lima.
Argentina ha solicitado ampliar la financiación al 100 %. No se ha divulgado respuesta, posiblemente no han respondido nada, o sea que está ahora en duda el 85 % original. Nuestro ministro de Economía viajó a China, tal vez traiga la respuesta.
Actualmente tiene menos sentido levantar semejantes monstruos. La experiencia demuestra que la generación de energía nuclear plantea cuestionamientos tecnológicos, económicos, ambientales y sociales, que hace clara su incompatibilidad con un modelo energético sostenible. Por eso decimos que es una descabellada decisión seguir aumentando la cantidad de reactores nucleares de potencia y el consiguiente incremento de la producción de residuos nucleares.
No obstante, Argentina intenta seguir apostando por la energía nuclear. La falta de capitales conspira contra la intención.
La energía nuclear se propone como solución a la crisis energética y es promocionada como una energía limpia debido a sus bajas emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, basta con mencionar las catástrofes sucedidas para advertir que no es tan limpia.
Que no emita gases de efecto invernadero mientras un reactor nuclear funciona, no alcanza para calificar a la energía producida de LIMPIA. Si bien es cierto que la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero (GEI), hay que considerar todos los procesos que la involucran, de principio a fin y tanto en materia de impactos y recursos disponibles como en costos para la sociedad en su conjunto, incluyendo las problemáticas socioambientales que son abundantes y considerables.
Para esto debe abogarse por un debate más transparente, la participación de todos los sectores y, por supuesto, por un estricto cumplimiento del marco normativo para asegurar la institucionalidad.
Si bien no se emiten gases de efecto invernadero durante la producción de energía, a lo largo de su cadena de valor se generan pasivos ambientales de gran impacto. El que dejan las explotaciones de uranio no pueden soslayarse ¿y los residuos que deben mantenerse durante milenios?
¿Puede calificarse de limpia, una actividad que deja rastros altamente peligrosos durante miles y miles de años? Aún la tecnología no ha logrado resolver cómo ni dónde disponer los residuos de la fisión nuclear para garantizar la salud del ambiente y de la población.
Este proyecto denominado Atucha III no sólo profundiza el proceso de endeudamiento y la dependencia con la República Popular de China, en un contexto de reducción de déficit fiscal y deuda con el FMI, sino que genera una dependencia más allá de lo económico al requerir de una tecnología aún en estado de evaluación y que, además, implica una importación continua de insumos.
Por ahora, el proceso de compra del reactor Hualong One para Atucha III, está felizmente paralizado.
Fuente: El Chubut