Destacado: Hidrógeno verde; Bolivia busca dólares y menor dependencia fósil

El gobierno de Bolivia calcula recaudar este año los primeros 10 millones de dólares para la instalación de un proyecto piloto de hidrógeno verde. El plan es llegar al 2050 con 26 000 millones de dólares de inversión y 246 electrolizadores; pero las metas aún están lejanas.
En septiembre del 2024, en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, un equipo de ingenieros convencía a conductores de “toritos”, esas motos con tres ruedas para transportar pasajeros, de instalar unos kits en sus vehículos para que funcionen con hidrógeno, en vez de solo combustible fósil.
Había, por supuesto, reticencia. ¿Qué pasaría con el motor? ¿Y qué con la batería? ¿Era realmente hidrógeno lo que producían en estos kits, miniequipos de electrólisis?
Cristian Torrico, el presidente del Comité Científico Nacional de Hidrógeno Verde en Bolivia, estaba allí. Recuerda que intentó calmar las dudas de los conductores y para demostrar que se trataba de hidrógeno, desconectaron la manguera que iba del kit al motor, la colocaron en un envase con líquido que empezó a burbujear, y le prendieron un encendedor.
“La cara de susto que pusieron los compañeros es lo que se me quedó bien marcado. Al oír la explosión dijeron que realmente es hidrógeno y ese hidrógeno está entrando al motor”, dice sonriente Torrico, uno de los promotores del hidrógeno verde en Bolivia.
Con el apoyo de la Cámara de Hidrocarburos y Energías, y la Compañía de Hidrocarburos y Energía, el comité que lidera Torrico ha montado un laboratorio en la ciudad de Cochabamba y un taller en Santa Cruz donde se fabrican mini-electrolizadores que producen hidrógeno para reemplazar en 70 % el consumo de combustibles fósiles en automotores.
Torrico sostiene que se trata de hidrógeno verde (H2V), aunque para alcanzar esta categoría en todo su esplendor el electrolizador, en vez de funcionar con la batería del coche, tendría que operar con energía 100 % renovable, algo que según el ingeniero se puede lograr precisamente con baterías de hidrógeno.
“Queremos mostrarle a la ciudadanía que se tienen alternativas para descarbonizar nuestra matriz energética. De eso se trata”, dice Torrico entusiasmado.
Lo cierto es que Bolivia se aproxima curiosa a la producción de hidrógeno verde, considerado por algunos como “el combustible del futuro”, por su eficiencia y bajo impacto ambiental. A corto plazo el gobierno pretende mezclarlo con el gas natural para reducir su alta dependencia fósil y, de paso, inyectar dólares frescos a su maltrecha economía con inversiones sostenibles.
Pero aún hay desconfianza en que los planes se hagan realidad, considerando que aún no hay muchos avances, que el sector privado carece de reglas claras de juego, y que falta infraestructura específica, recursos, y la tecnología que poseen otros países que ya han reportado avances significativos en este negocio.
Expertos en el negocio energético consideran que en Bolivia aún no existen las condiciones para el desarrollo de la industria del H2V y que más bien el Estado debería enfocarse en otras fuentes de energía sostenibles, como la solar, al menos en el corto plazo, mientras deja al H2V al sector privado.
Además, las metas son ambiciosas, y los costos altos. El ejecutivo calcula que se requerirán casi 3000 millones de dólares para hacer realidad sus planes hasta 2030, y unos 26 000 millones hasta el 2050.
Proyecto piloto para el 2025 a 3700 metros sobre el nivel del mar
“Esto inicia en realidad en 2030, pero ya este año queremos dar pie a los primeros proyectos piloto a partir de la mezcla de gas natural con hidrógeno verde”, dice el viceministro de Energías Alternativas, Álvaro Arnez, desde su despacho en un céntrico edificio en la ciudad de La Paz.
El primer proyecto piloto consiste en construir un electrolizador en la altiplánica ciudad de Oruro, a 3735 metros sobre el nivel del mar. Tendrá una potencia de 2 megavatios (MW) y una planta piloto para mezclar el H2V con gas natural, combustible a ser utilizado en la refinación de estaño en la metalúrgica de Vinto y en conexiones domésticas.
Con la estatal petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) se quiere conseguir este año los 10 millones de dólares que costará el proyecto, dice Arnez, para después explicar que la iniciativa será en Villamontes, en el departamento de Tarija, y en Warnes, en el de Santa Cruz.
“Será un centro de investigación que ya lo tienen en Chile, Brasil y Colombia. Esto nos permitirá ver la capacidad que tienen los ductos de acero al carbono para admitir mayores porcentajes de hidrógeno en la mezcla con gas natural”, dice el viceministro.
El secretario departamental de Medio Ambiente de la Gobernación de Oruro, Olson Parravicini, dice que probablemente se trate de la primera planta de H2V construida a tanta altura.
Las obras en el departamento occidental boliviano iniciarán a fines de este año y para el 2026 se espera inyectar el hidrógeno al gas que va a Vinto en 2 %.
“En Oruro queremos generar valles de hidrógeno verde porque tenemos la mejor radiación solar de Bolivia y del mundo. Hemos instalado paneles solares bajo techo y aún así funcionan”, enfatiza orgulloso Parravicini.
Hidrógeno verde para traer verdes
Hasta 2050 se pretende invertir 26 000 millones de dólares en el desarrollo de toda una estrategia para producir 4,2 millones de toneladas de H2V.
Para conseguir el dinero se habla de “un esquema de bonos verdes” y de créditos en condiciones preferenciales del Banco de Desarrollo Productivo (BDP), una entidad financiera estatal que recién fue acreditada para canalizar fondos millonarios hacia proyectos verdes.
El financiamiento también se ve como una estrategia para atraer dólares al país.
“Lo que se quiere hacer es entrar a este paquete de financiamiento internacional para inyectar dólares a la economía, hacer estos proyectos piloto, y luego los proyectos industriales”, dice Arnez.
Julio Zubieta, gerente general de la hidroeléctrica Synergia, con sede en la ciudad de Cochabamba, señala que “al parecer el tema no es que venga el hidrógeno verde, sino que vengan los dólares. Ese es el objetivo final”.
En su criterio, el impulso que se le da al H2V en Bolivia viene más bien de organismos internacionales comprometidos con el desarrollo de energías limpias que disponen de fondos para ello.
Si los planes funcionan, para 2030 se espera exportar 202 millones de dólares en hidrógeno verde, y 3087 millones anuales para el 2050.
Si no se piensa exportar, los proyectos tienen poco sentido debido a que el tamaño del mercado doméstico es mínimo y se requiere acceder a “eficiencias en escala”, asegura Juan Pablo Calderón, fundador de H2 Bolivia S.A., una empresa enfocada en la producción de H2V.
Para Calderón, la inversión privada tiene un rol clave en estas iniciativas. Para captarla, el Estado tendrá que dar condiciones que atraigan capitales y permitan márgenes de rentabilidad atractivos.
“Pagar esas inversiones con plata del Estado no es muy coherente ni muy realista”, dice Calderón, quien recuerda que el país se encuentra escaso de dólares y que la escala de prioridades de inversión y gastos del país no está acorde a esta realidad.
Por otro lado, para atraer capitales privados no sólo será necesario un marco legal adecuado, sino también seguridad jurídica, estabilidad social y económica.
Si se alcanza ello, Bolivia tiene un alto potencial para producir H2V por su disponibilidad de agua dulce y alto nivel de radiación solar, principalmente en el occidente del país, donde se podría alcanzar una potencia de 71 teravatios con paneles solares.
“En la industria del petróleo la clave es ver dónde están las reservas, y es lo mismo con el hidrógeno. Tú ves el mapa solar mundial y así ves que el occidente de Bolivia es un punto de alta radiación solar”, añade el empresario.
¿Mezclar H2V con gas natural?
No es coincidencia que el Gobierno aplique su primer proyecto piloto en la mezcla con gas natural. La producción gasífera ha caído en 50 % entre 2014 y 2024, debido a la falta de inversión en exploración.
Al mismo tiempo, 65 % de la matriz eléctrica depende del gas natural y este combustible fósil ha sido por los últimos años el producto estrella en las exportaciones. Este descenso ha provocado un desajuste en la economía y un riesgo en la seguridad energética.
Los proyectos piloto prevén iniciar con un blending (mezcla) de 2 % entre gas natural y H2V; pero el plan es escalar rápidamente y llegar a 10 % en 2030 y a 30 % en 2050.
“Con respecto al porcentaje de hidrógeno admisible en la mezcla del gas natural o blending, deberán estudiarse los materiales de los ductos y el riesgo de fragilización, así como los usos finales conectados a cada tramo y su tolerancia al hidrógeno sin mayores adaptaciones”, se recomendó en la Estrategia Nacional, dando cuenta de que en el mundo ya se han probado mezclas de hasta 20 %.
Asimismo, se prevén estudios para ver en qué medida pueden utilizarse los actuales gasoductos para el transporte de H2V; aunque en el largo plazo la construcción de hidroductos sería la vía más adecuada.
La generación eléctrica con H2V se puede considerar en los proyectos piloto, pero por el momento aún no a nivel industrial.
El viceministro Arnez es enfático al señalar que si en este momento Bolivia dispondría de 1000 millones de dólares para invertirlos en la producción de H2V no lo haría para generar electricidad, sino para obtener derivados como el metanol y el amoníaco verde, combustibles sintéticos que pueden utilizarse para el sector de transporte y otros. Con los precios actuales estos derivados son rentables.
Pero aún habrá que esperar algún tiempo para ver si se tiene el mismo atractivo económico en el uso del H2V para la generación eléctrica, algo que no está descartado.
De hecho, Arnez destaca que Bolivia cuenta con termoeléctricas de la marca Siemens, que podrían ser fácilmente adaptables para operar con el hidrógeno verde. “Esto se puede investigar por ejemplo en la termoeléctrica de Warnes, en Santa Cruz”, apunta.
No obstante, también pueden surgir inconvenientes ambientales al seguir manteniendo el foco puesto en el uso del gas natural, aún sea como blending, pues se trata, al fin y al cabo, de un combustible fósil.
“Lo más preocupante es que las iniciativas con energías alternativas tienen mucha propaganda y poca inversión real, ni en infraestructura ni en formación de capacidades humanas para afrontar el reto monumental de una transición a energías con menores impactos ambientales y menor dependencia de combustibles fósiles”, dice el investigador adjunto del Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib), Gonzalo Mondaca.
¿Un círculo vicioso?
Podría pensarse que utilizar H2V para generar electricidad es poco eficiente ya que también se requiere electricidad para producir H2V, que venga de fuentes renovables. Pero para Arnez vale la pena estudiar este sector ya que la matriz eléctrica de Bolivia depende en gran medida del gas natural y, por otro lado, las fuentes renovables son inestables.
“Exactamente, en el futuro, cuando económicamente cierren los números podríamos hacerlo, porque ya hemos invertido en las termoeléctricas”, dice el viceministro.
Recuerda que el gas natural para el consumo interno está subvencionado, por lo que siempre conviene exportarlo a mejores precios. “La evaluación técnica económica es la que te podrá decir cuál es la aplicación del hidrógeno. En este momento la aplicación es metanol y amoníaco. Y algo de blending con el gas natural para uso industrial”.
El ingeniero eléctrico y presidente de la Asociación de Ingenieros de Energía con sede en Estados Unidos, Capítulo Bolivia, Óscar Siles, sostiene que las tres termoeléctricas que Siemens construyó en Bolivia y que costaron casi $US 1.400 millones, pueden ser utilizadas con H2V si el gas natural se acaba.
“Se puede utilizar la misma infraestructura e instalar unos kits, que son unos inyectores de hidrógeno para que las turbinas funcionen con un blending o en 100% con hidrógeno. Ante una situación en la que tengamos miles de millones como pérdida en infraestructura y en la seguridad energética, que es lo más valioso, eso realmente tiene sentido”, dice Siles.
Siemens ya hizo pruebas y logró, a fines del 2023, operar una turbina diseñada inicialmente para el gas natural en 100% con hidrógeno.
“Depender del gas que se acaba o de hidroeléctricas que se secan es complicado y debiera empujarnos a buscar alternativas. Estamos obligados a hacerlo”, añade Siles.
Almacenar energía y, por supuesto, reducir emisiones
Por otro lado, el hidrógeno también puede alimentar a la matriz eléctrica al ser utilizado en baterías. De esta manera se contrarresta la inestabilidad de las energías renovables cuando el sol no brilla o el viento no impulsa las hélices de turbinas eólicas.
“Esta es la tendencia en el mundo. Está cambiando la configuración porque antes era sólo producir energía para usarla inmediatamente, pero ahora ya se piensa en el almacenamiento. Ahí está el negocio”, dice Siles.
Por supuesto, la adopción paulatina del H2V aportaría no solo a diversificar la matriz energética y reducir la dependencia en combustibles fósiles, sino también en la reducción de emisiones de dióxido de carbono.
Bolivia estima que para el 2030 se podrían reducir en 43 000 toneladas de CO2 para 2030 y hasta 10,2 millones de toneladas para el 2050.
Por el momento estos son planes. La búsqueda de inversiones verdes por parte del Estado ya está en marcha. Pero quizás las metas no puedan conseguirse si no es con la participación de los otros actores clave como es la academia, la sociedad civil, y el sector privado.
Calderón, el empresario interesado en promover el H2V mediante su empresa H2 Bolivia, sostiene que este último actor será clave para conseguir que el país sea uno de los principales proveedores del combustible para la región.
Todo dependerá de las condiciones para las inversiones y la estabilidad económica, caso contrario se podría correr el riesgo de caer en la mala experiencia de otros sectores energéticos, como el del gas que se acaba, o el del litio que aún no despega, pese al potencial del país.
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Fuente: IPS Noticias