En el espacio, Argentina potencia
La misión SAC-D Aquarius marcó un hito en la historia espacial argentina hace diez años, cuando se puso en órbita un satélite que cambió la forma de medir la salinidad de los océanos, dato clave para evaluar las consecuencias del cambio climático. La investigación y el desarrollo no se detuvo y el país está por abrir una nueva puerta hacia el futuro.
Hay un rubro donde Argentina es potencia y compite con tecnología de punta con algunas de las naciones del mundo desarrollado que admiramos e incluso es referencia para muchas de ellas. En tecnología espacial, el país viene dando la nota hace varios años, con innovación y desarrollo. Uno de los hitos de este recorrido, ocurrió el 10 de junio de 2011. Ese día, el reloj marcaba las 11:20 en Argentina, pero todas las miradas estaban puestas en el estado de California, EEUU, más precisamente en la base militar estadounidense de Vanderberg porque estaba a punto concretarse una misión en la que biólogos, matemáticos, investigadores y científicos trabajaron durante nueve años, y que marcaría un antes y un después en la historia espacial de nuestro país.
El proyecto que puso en órbita el satélite fue la cuarta misión satelital que la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) logró completar desde su fundación en 1991, esta vez en conjunto con la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) y con la colaboración de instituciones espaciales de Brasil, Canadá, Francia e Italia.
El lanzamiento del cohete Delta II, el elegido para la puesta en órbita del satélite, se realizó con éxito y fue transmitido en vivo por la Televisión Pública y seguido por videoconferencia por la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, desde la Casa Rosada y un equipo del organismo espacial en el Centro Espacial Teófilo Tabanera (CETT) en Falda del Carmen, Córdoba.
La tarea comenzó en 2002, cuando la NASA «nos eligió a nosotros para poner en marcha el proyecto que llevaría un sensor denominado Aquarius, desarrollado por ellos. Ahí nació la idea y desde entonces trabajamos en conjunto en el diseño y el desarrollo, en 2007 empezamos con la fabricación del satélite y logramos ponerlo en órbita en 2011″, relató la especialista.
El proceso que llevó casi una década contó con la participación de distintos organismos como el Invap, que en su sede de Bariloche se encargó del ensamblaje, la Universidad Nacional de La Plata, que desarrolló una cámara infrarroja NIRST (New InfraRed Sensor Technology), la unidad de referencia inercial TDP y el radiómetro de microondas MWR.
Hoy, poco más de diez años de aquel momento, la CONAE anunció que volverá a poner en marcha el proyecto de lanzar satélites desde nuestro país. Desde el Centro Espacial Manuel Belgrano, ubicado en Bahía Blanca, “el vehículo lanzador Tronador podrá colocar en órbita satélites o conjuntos de satélites de hasta 500 kilos, en órbitas bajas de entre 400 y 700 kilómetros de altura», explicó el director ejecutivo y técnico del organismo, Raúl Kulichevsky.
Según el Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación de la Nación para el relanzamiento del programa de Acceso al Espacio destinado a la elaboración de los vehículos experimentales VEx, los lanzadores Tronador II y III, la infraestructura auxiliar asociada y las bases de ensayo y de lanzamiento, para este año se esperan inversiones de unos 4.500 millones de pesos.
Con un 2022 dedicado al desarrollo y prueba de los motores y a la mejora de la infraestructura en el Centro Espacial Punta Indio en la localidad bonaerense de Pipinas, para realizar los ensayos, “estamos previendo el lanzamiento de algún vehículo experimental hacia fines del año próximo”, estimó el ingeniero.
El propósito final es brindar un servicio completo de lanzamiento de satélites nacionales, privados o de agencias espaciales de la región a un precio competitivo. En el hemisferio sur hay sólo una empresa con su base de lanzamiento en Nueva Zelanda. Y Brasil tiene una que ofrece para alquilarla pero que aún no está efectiva. Argentina, además, de la base tendrá el desarrollo de vehículos lanzadores propios. Para ello, se acondicionó en Bahía Blanca el Centro Espacial Manuel Belgrano que está en una posición interesante para el lanzamiento de satélites de órbita baja, órbitas del tipo geosincrónicas que son las que en general necesitan los satélites de observación de la Tierra.
El director de la CONAE aclaró que si bien el mercado es difícil “hoy hay una gran demanda debido a los distintos desarrollos de satélites pequeños que se están haciendo en todo el mundo y una gran necesidad de distintos tipos de vehículos lanzadores”. A esto se le suma que el proyecto posibilita el “crecimiento de una cantidad de Pymes que trabajan con nosotros y pueden estar involucrados en desarrollos que a la larga permiten ofrecer servicios y su experiencia a otras empresas en el exterior”.
En el proyecto Tronador intervienen instituciones y empresas del ámbito científico y tecnológico como VENG, que es el contratista principal del segmento de Vuelo del programa Inyector Satelital de Cargas Útiles Livianas. Mientras que en el segmento Tierra participan la Universidad Nacional de La Plata, la Fábrica Argentina de Aviones y la empresa INVAP.
El modelo de los lanzadores se compone de dos etapas y tendrá como propelentes oxígeno líquido y kerosene. Para alcanzar el desarrollo tecnológico necesario, se llevarán a cabo ensayos previos con vehículos experimentales tal como se hizo dos veces en 2014, experiencias que permitieron obtener información para hacer cambios en el diseño y comprobar sistemas de propulsión, navegación y de guiado y control.
Para el estudio del mar y las costas, la agencia espacial nacional también trabaja en el diseño y desarrollo del satélite SABIA-Mar, cuyo lanzamiento está previsto para el año 2024. Con la incorporación de distintas cámaras y sensores estará al servicio del campo científico y del productivo. Así, proveerá información sobre pesca ilegal y manejo de los recursos pesqueros y para el estudio de ecosistemas marinos, cambio climático, y calidad del agua en costas y estuarios.
En 2021 se hicieron los paneles solares del satélite y los ensayos de despliegue sobre los mecanismos y la estructura. Una vez probados, fueron enviados a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que está trabajando en la integración de las celdas solares en la estructura.
La CNEA está próxima a firmar un contrato con la empresa privada Innova Space para la integración de los paneles solares de cinco picosatélites (el pasado 13 de enero se lanzó el primero de este tipo) y además ya entregó a INVAP los sensores solares que serán exportados a Italia.
Según el director de CONAE, el proyecto SABIA-Mar tiene una inversión de alrededor de 20 millones de dólares que está parcialmente financiada por la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el costo total del proyecto es de alrededor de 120 millones de dólares. En este satélite también participan INVAP, VENG, CNEA, la Universidad Nacional de La Plata y Ascentio.
Además, la CONAE planea darle continuidad a la misión SAOCOM de satélites de observación de microondas que cuentan con antena radar que les permite medir la humedad del suelo para brindar servicios al sector agropecuario como así también identificar zonas en riesgo de inundación, detectar suelos muy secos con peligro de incendio, elaborar mapas de desplazamiento del terreno y de glaciares; advertir sobre derrames de petróleo y hacer seguimiento, mitigar y evaluar catástrofes. Actualmente hay dos satélites argentinos de este tipo puestos en órbita a los que en el futuro se les sumaría una segunda constelación.
Fuente: Semanario de Junín