Europa dice adiós de manera escalonada al gas natural para calefaccionar
Desde 2025 comenzará a aplicar limitaciones a las calderas a gas en favor de las «bombas de calor», mucho más eficientes y que no producen CO2.
Europa acordó que a partir de 2030 no habrá calderas de gas en los nuevos edificios. En vez de prohibirlas, el primer paso es eliminar las ayudas fiscales a su instalación para favorecer las bombas de calor, mucho más eficientes.
En el caso de Europa, la Unión Europea lo ha dejado claro: no quiere calderas de gas natural a partir de 2035. Y para conseguirlo, va a empezar a aplicar medidas desde 2025, informa la publicación online Xataka. Es el inicio del fin de las calderas de gas natural o de red y los radiadores tradicionales. España es un país donde su uso todavía es mayoritario y lo mismo puede decirse de Italia y muchos otros.
En Europa, la calefacción más común es la caldera a gas, generalmente en edificios de departamentos, aunque también se usan en viviendas individuales. Los acuerdos a los que se llegó en la Comisión Europea y el Parlamento Europeo establecen que se buscará “descarbonizar” los hogares. Y eso implica deshacerse de los sistemas energéticos que emiten CO2 como las calderas a gas natural. Inicialmente se estableció la fecha de 2035 como punto en el que se prohibirán las calderas de gas en los edificios, pero finalmente se ha alargado hasta 2040 como la fecha límite.
Pero ya diez años antes, en 2030, será la fecha límite para las calderas de gas natural en edificios nuevos. Antes, 2028, es la fecha límite para las administraciones públicas.
En 2025 se establece el límite de las subvenciones para la instalación de calderas de gas natural en cualquier tipo de edificio. Es decir, no se prohíben pero sí se terminan las ayudas fiscales a su instalación. El subsidio es un factor importante.
El objetivo de la Comisión Europea era adelantar estas fechas, pero se ha dado algo más de margen para poder afrontar el cambio. El sistema que se quiere impulsar es el de las “bombas de calor”, pero en muchos países, como España y Alemania, su uso sigue siendo minoritario. En general, los países del Mediterráneo están más atrasados en el calendario que los del Norte, más fríos y más ricos.
Un equipo familiar de «bomba de calor». Permite calefaccionar y también refrigerar una vivienda con mucho menos gasto de energía.
La normativa establece que los Estados miembros deberán en 2030 garantizar una reducción de al menos un 11,7% respecto a 2020 en el consumo de energía final. Para conseguirlo hay toda una serie de puntos, entre los que se incluye la renovación de la calefacción en edificios públicos y la prohibición a partir de 2026 de implementar en edificios residenciales nuevas medidas basadas en combustibles fósiles. Es decir, los nuevos edificios deberán apostar por instalar bombas de calor en vez de calderas de gas natural.
Poco conocidas pero ya presentes en Argentina, las bombas transfieren energía calorífica de un espacio a otro. Hacen posible usar la energía presente en el agua, el aire (aerotermia) o en la tierra (geotermia) para calentar o enfriar viviendas u otros recintos. Así, la bomba de calor capta el calor del aire, la tierra o el agua y lo traslada al interior para usarse como calefacción. También funciona a la inversa, para usarse como aire acondicionado.
La “aerotermia” es mucho más eficiente que el gas natural. Las bombas de calor utilizan el calor del aire para producir tanto frío como calor. En cambio, las calderas se basan en la energía del gas natural, quemándolo. La diferencia de eficiencia entre unas y otras es grande, consumiendo las bombas de calor hasta un 75% menos. “En la UE, la calefacción, refrigeración y agua caliente sanitaria son responsables del 80% de la energía que consumen los hogares”, explica la Unión Europea.
Geotermia
La «geotermia» puede ser de baja intensidad. En todo el mundo que, dependiendo de la latitud y características del lugar, la temperatura del subsuelo a una profundidad mayor de 10 a 20 metros es de 10 a 21ºC. Si en invierno la temperatura del aire es mucho menor, la vivienda estará más fría que el subsuelo. Con un sistema de tuberías se hace circular agua hacia el subsuelo para que se caliente antes de retornar a la superficie. Existe un intercambio de calor entre el agua y un vapor compresible, que será el que transmitirá el calor a la vivienda. En verano el proceso se invierte, trasladando el calor al terreno y enfriando la vivienda. Este sistema usa energía eléctrica, pero son más eficientes que las calderas a gas o gasoil.
Mientras que con las bombas de calor es posible generar entre 3 y 4 kWh por cada kWh de electricidad consumido, las calderas de gas natural más eficientes se quedan por debajo de 1,1 kWh. Y según calcula el Departamento de Energía de Irlanda, por cada unidad de combustible usado en una caldera tradicional, sólo el 85% es convertido en calor utilizable. Por el contrario, las bombas de calor geotérmicas producen más energía en forma de calor que la eléctrica que consumen: por cada unidad de energía utilizada, se producirá un mínimo de 3,5 unidades de energía térmica. Además, aseguran que se reducen las emisiones de CO2 en un 40%. Combinándolos con paneles solares o molinos de viento, podría ser una instalación 100% “verde”.
La principal ventaja de las calderas de gas natural es que su instalación es considerablemente más económica que las bombas de calor. El precio de inicio es un factor limitante. Y por ello la Unión Europea quiere atajar la desviación quitando las ayudas a las calderas de gas, para que la diferencia de precio no sea tan alta.
Hay otro factor que influye en la apuesta por un sistema u otro: el precio del gas. Debido a la guerra de Ucrania, Europa ha experimento unos precios del gas muy altos. Eso ha impulsado la adopción de medidas como la de apostar por las bombas de calor. Si bien, actualmente el precio del gas cotiza por debajo de los 35 euros, valor mínimo de los últimos dos años y a un nivel equiparable al de antes de la invasión rusa. Aún así, el gas sigue siendo una fuente de emisiones y la Unión Europea está decidida a apostar por alternativas ecológicas en el largo plazo.
Europa ha establecido su calendario, pero ahora deberá ser cada Estado miembro quien marque su propio plan de adopción. Y en particular, España es uno de los países donde las calderas de gas tienen el mayor porcentaje del parque de calefacción hogareña. “Confiarlo todo a las bombas de calor va en contra de la idea de una transición justa, al resultar económicamente poco realista para muchas familias”, explican desde Sedigas, la Asociación Española del Gas.
En España todavía no hay una legislación que busque prohibir las calderas de gas, pero poco a poco las Comunidades Autónomas (las regiones con status similar a las provincias argentinas) han dejado de conceder las ayudas a su instalación.
A la vez se busca extender el uso de los paneles solares en los edificios. A partir de 2030, todos los nuevos edificios deberán incorporar energía solar. Mientras que a partir de 2031, todos los edificios existentes con un área de más de 250 metros cuadrados deberán tener paneles solares. Sobre la aerotermia no se ha creado una obligación, pero sí se presenta como una de las alternativas que más encajan con lo que busca Europa.
Para sustituir los radiadores de gas, la bomba de calor exige una instalación costosa. El costo aproximado se sitúa en unos 2.000 euros para los sistemas más económicos. Pero si queremos mantener los radiadores que ya tenemos, debemos instalar una “aerotermia” de alta temperatura. Su costo se dispara por encima de los 10.000 euros. Una inversión considerable para adaptar la calefacción hogareña, pero donde, como suele ocurrir con las energías renovables, la inversión se recupera a lo largo de los años.
En EEUU, la administración demócrata de Joe Biden lucha por imponer una prohibición de las cocinas y hornos a gas, pero choca con la resistencia de los republicanos. Que frenaron en junio una legislación al respecto e impusieron la propia.
Fuente: La Capital