Guido Lavalle: “La parada técnica de Atucha va a complicar el flujo eléctrico del verano”
El flamante presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) es doctor e ingeniero nuclear egresado del Instituto Balseiro; el futuro de los proyectos atómicos en el país.
“Los fondos van a estar”. La Argentina continuará con sus proyectos atómicos y, si llegara a privatizar sus centrales nucleares, sería el primer caso en el mundo que un organismo así quedara en manos privadas tras haber nacido estatal.
El flamante presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Germán Guido Lavalle, está convencido de que el gobierno nacional le dará el dinero necesario para continuar sobre todo con el reactor multipropósito RA-10 y el Centro de Protonterapia (frente al Hospital Roffo, en Buenos Aires), que se quiere inaugurar en dos partes.
Menos entusiasmado se lo notó en esta nota con LA NACION acerca del CAREM, el tercer proyecto, que es el prototipo de un reactor de potencia: “Hay una exageración del avance y la significación del CAREM”, dijo al respecto, aunque, de todos modos, piensa darle continuidad. También agregó que no habrá despidos en su área en junio, como sí los habrá en otras áreas del Estado, según lo anunciado por el gobierno nacional.
Guido Lavalle es doctor e ingeniero nuclear egresado del Instituto Balseiro, trabajó en la simulación y modelado de Atucha, había estado en la CNEA entre 1996 y 2000 como gerente de relaciones internacionales. Luego fue rector de la UADE y del ITBA, a la vez que creó y dirigió durante casi dos décadas empresas de desarrollo de software e ingeniería. “No sé por qué me eligieron para este cargo”, confiesa, “pero en la secretaría de energía buscaban a alguien con un perfil técnico nuclear, que es lo que yo tengo; no una línea política sino técnica”, dijo, a menos de un mes de asumido y con un mate al lado en su oficina.
“Yo estaba en el sector privado con mis empresas y me pareció que era el momento de venir y dedicarme a la función pública unos años. Me pareció que podía hacer algo por la CNEA y por lo tanto por el país”, señaló.
–¿Y ese algo qué es, cuál es el objetivo central de su gestión?
–Hay que verlo en el contexto mundial. Lo nuclear tiene una oportunidad en base a lo que sucede con el cambio climático, donde puede ser una opción de energía limpia. El sector que no tenía proyectos, mi generación no tenía, ahora sí. Así como me fui hace 20 años de la CNEA porque no había proyectos, hoy que hay proyectos, vuelvo. Esa es la motivación. Hay que tomar esa oportunidad y aprovechar las capacidades de la tecnología y recursos humanos argentinos para sacar lo mejor para nosotros.
–En concreto, hay tres proyectos centrales de los últimos años de la CNEA. ¿Continuarán la construcción del CAREM, del RA10 y del Centro de Protonterapia? ¿En qué condiciones?
–Hay una exageración del avance y la significación del CAREM. Estaba avanzando a un paso lento, a un ritmo de ejecución de 2% anual, algo así. La idea es avanzar y estamos con la idea de cerrar la ingeniería, la idea es continuar. Se dijo que hubo despidos de trabajadores y se dieron de baja 70 porque hay menos obra civil, pero hay 1500 empleados en el Carem, es lo normal en un proyecto de esta envergadura donde lo central es electromecánico. La realidad es que no hay parate del Carem. Se está poniendo hormigón todos los días. Pero lo interesante es que podamos desarrollar una versión comercial del prototipo. Ahora se pondrá más esfuerzo en el trabajo de ingeniería para hacer algo que pueda abastecer al mercado mundial. Una revisión de la ingeniería es lo principal que tenemos que hacer. Que haya reactores en serie, no solo el prototipo.
–¿Va a tener financiación la CNEA? La anterior presidencia decía que para este año iba a necesitar 270 millones de dólares y solo le aseguraban 100.
–Hay una mala lectura, intencionada o no, en el tema presupuesto de toda la administración pública. Como no hay presupuesto 2024, muchos, como las universidades, dicen que en junio tienen que cerrar, pero no es el objetivo cerrar toda la administración pública en junio. Y hay una ampliación presupuestaria para llegar a fin de año. Eso se está hablando estos días y encuentro buena recepción de las autoridades económicas ante planteos razonables del dinero que hace falta.
–¿Y son entonces 170 millones más? ¿O ahí está la negociación?
–Ahí está la negociación. Se pedía un poco más de lo necesario y de lo que podemos ejecutar. Para el RA10 se pedía 70 millones de dólares para este año y la realidad es que hacen falta 40, que es lo que podemos ejecutar. Llevo 20 días en la oficina y estamos viendo cuánto racionalmente necesitamos y en base a qué resultados. Los fondos van a estar, y lo vamos a ver cuando se firme el DNU con la ampliación del presupuesto.
–También la gestión anterior dijo que se habían generado deuda con contratistas por la falta de dinero.
–Sí, había deuda acumulada. El CAREM tuvo problemas en la gestión de los fondos fiduciarios que lo componen y nosotros financiamos, por eso se trabó la operatoria, pero ahora nos estamos poniendo al día.
–¿Cuál es la prioridad número uno, además de conseguir los fondos?
–Terminar el RA10. Es fundamental para el sector y para la Argentina. Es lo que sabemos hacer, exportamos a todo el mundo y estamos operando con reactores de decenas de años. Que lo pongamos al día con la última tecnología es lo lógico. Por otro lado, la producción de ese reactor tiene una demanda mundial enorme, molibdeno para uso médico, silicio para uso industrial, topacio para uso ornamental. Hay mucho interés porque no hay suficientes reactores en el mundo. Entonces combinamos la tecnología, el conocimiento y la demanda mundial: hagámoslo. Además, tiene plazos de ejecución razonables y espero que el año que viene estemos llenando el núcleo y cargando el agua. Nos conviene terminarlo el año que viene y estar en producción a principios del 2026.
–El Estado ahí funciona como empresa, al generar un proyecto y exportar la producción.
–Sí, ya lo hacemos con el RA3 de Ezeiza que produce los radioisótopos de uso médico. Entregamos todas las semanas para todos los hospitales del país para tratamiento contra el cáncer. Para tener una magnitud, el reactor actual produce 12 placas por semanas y con el nuevo vamos a producir 100. Trabajamos con empresa locales que hacen la distribución.
–¿Cuánto falta y de cuánto es el mercado potencial mundial?
–Faltan poco menos de 60 millones de dólares. Respecto del mercado mundial, está calculado, pero no son números que se manejen abiertamente. Son mercados con pocos jugadores y no se muestran precios y capacidades, es como un secretismo comercial. Porque reactores que produzcan molibdeno en el mundo hay 10 y empresas que comercialicen, 3. Es un mercado muy oligopólico donde no conviene decir demasiado.
–El tema del Estado que funciona como empresa lleva al asunto de las privatizaciones, que son una idea del Gobierno nacional y de la ley que se trata en el Congreso. ¿Se puede privatizar el área?
–Hay una parte que ya es privada, como en el procesamiento del molibdeno donde nosotros nos encargamos de lo técnico y después damos el producto a una empresa. Hay una frontera, que es esa, que estoy dispuesto a discutir. Entiendo que lo que la CNEA sabe hacer es construir y operar reactores nucleares, pero sí puedo llevar lo privado, integrarlo hacia arriba, para que produzca el radioisótopo que se va a usar. Es algo que está sobre la mesa y estoy abierto a discutirlo.
–¿El privado tiene know-how para hacerlo, está en condiciones?
–En esto del molibdeno, no, tendríamos que transferirlo.
–¿NaSa (la empresa estatal que opera las tres centrales nucleares) se puede privatizar? ¿Cuál es su posición, es factible?
–La verdad es que no lo sé. La operación privada ocurre en el mundo, pero no nos toca como CNEA intervenir en eso y no sé qué se discute en NaSa. No participo. Si me pidieran asesoramiento, diría que puede. Hay una serie de privados que actúan en partes del sistema, y cuando se genera el combustible gastado lo gestiona la CNEA. Hay un imbricación público-privada que está funcionando. CONUAR (Combustibles nucleares argentinos) es un caso de éxito que se podría estudiar en las universidades. Se formó con minoría estatal y acciones privilegiadas del Estado, eso funciona bien y devuelve ganancias al sector público. Ese método sí se puede profundizar.
–En el mundo, ¿alguna vez una central nuclear creada por estados pasó a manos privadas?
–No existe. Hay modelos como el de EE.UU. con privados armando reactores. Allí hubo un proceso que armó un órgano regulador fuerte e independiente, y así se abrió al sector privado. Acá en los años 90 se separó al regulador, la ARN, y la ley de entonces de Menem previa la privatización de las centrales, pero no se hizo.
–Otro desafío es la parada técnica que va a necesitar Atucha, ¿se sabe cuánto costará y cómo afectará al sistema eléctrico?
–No me compete, pero entiendo que la parada va a empezar este año. Va a complicar el flujo eléctrico del verano, sí, porque son 340mw menos de generación, pero es muy importante y significativo para el sector que ese reactor que funciona desde los años de 1970 de manera excelente tenga un rebumping para funcionar 20 o 30 años más, me parece muy bueno.
–¿Y el Centro de protonterapia?
–Falta trabajo para completarlo. Recién el año que viene se va a inaugurar, pero estamos tratando de inaugurar este año algunas partes que ya pueden dar servicios de salud, no la protonterapia propiamente dicha, pero sí las otras máquinas de tratamiento ya instaladas que se podrán usar en breve. Estamos tratando de no hacer una sola inauguración, sino empezar este año con algo que el sistema de salud ya necesita. En los próximos meses hay una máquina que entrará en funcionamiento, pero no la máquina principal para tratamiento y diagnóstico de cáncer.
–¿Existe riesgo de fuga de cerebros en el área nuclear?
–Hoy tenemos una fortaleza que mantenemos, que es la formación de la gente. La gente se va al exterior, por eso tenemos que generar condiciones competitivas. El ingeniero argentino es muy valorado en el mundo y el trabajador nuclear también es valorado en el sector petrolero. Competimos contra sueldos de petroleros acá, nucleares en el exterior, es una competencia normal, pero con nuestra macroeconomía hay problemas para retener a la gente.
–Se anunció que habrá cesantías en junio en el Estado, ¿le pidieron que se sumara?
–No [lo dice seco]. Nuestras actividades son de proyectos, así que tienen un fin, por definición. Terminamos un reactor y hay que despedir gente, como en un edificio. Hay un ida y vuelta y los proyectos son muy importantes, estos tres son de decenas de millones de dólares cada uno, así que siempre entra y sale gente. Nos pasa en el CAREM que hay mucha ingeniería al inicio del proyecto y luego de obra civiles, por eso el perfil de los empleados va cambiando.
–Respecto del cambio climático y la energía nuclear, hay una disputa acerca de si es renovable y una discusión acerca de los desechos radiactivos, ¿cuál es su posición?
–Es un arma contra el cambio climático porque no libera dióxido de carbono a la atmósfera, no hay discusión. Sí se pueden discutir los residuos radiactivos, y se puede elegir liberar dióxido de carbono para evitar los residuos. Creemos que eso es un error, que se genera daño al ambiente. Con los residuos, los combustibles gastados, hay un poco de mitología respecto de la magnitud del problema. La energía atómica con gramos de uranio genera lo mismo que toneladas de combustible fósil, entonces el residuo que se genera es poco en relación con la energía generada. Es un tema que es responsabilidad de la CNEA.
–Usted estuvo ocho años en sector público y otros 17 en el sector privado, ¿qué trae de lo privado de nuevo a la gestión pública?
–De lo privado, y de las universidades privadas en las que estuve, traigo un elemento importante que son los mecanismos de gestión adaptados a la función pública, con seguimiento de indicadores, objetivos y cumplimiento, eso es experiencia del sector privado. Otro elemento es la evaluación del plan de negocios. Si decimos que invertimos cientos de millones de dólares, como funcionario público tengo la responsabilidad de hacerlo bien. No hay que olvidarse que como funcionario público hay más responsabilidad que en mi propia empresa privada, donde hice cosas sin objetivo comercial, y lo hice porque quería. Acá no. Yo quiero terminar el reactor porque el producto es un orgullo nacional y porque además se puede recuperar la inversión en el mercado mundial. Con el orgullo solo no alcanza.
Fuente: La Nación