Informes: Un sistema de alerta temprana podría reducir el riesgo de cortes de electricidad
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El profesor Salvador Gil sostiene que un cambio en la conducta de los consumidores, propiciada por un esfuerzo coordinado que involucre también a gobiernos y empresas, podría ayudar a reducir el riesgo de cortes. El 50% del consumo energético en los hogares proviene de la calefacción y la refrigeración.
Bajar solo dos grados en el termostato en invierno, o subirlo en verano aportaría tanta energía como una gran central eléctrica que cuesta varios miles de millones de dólares y lleva años construir.
Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y actuar como usuarios consientes y responsables de los servicios esenciales. El suministro de energía es un proceso complejo, que depende de todos. En este contexto, el uso racional y eficiente de la energía no es solo una cuestión de economía; es un acto de responsabilidad ambiental y social. Los recursos son limitados, y cada kilovatio que consumimos tiene una compleja historia detrás: extracción, transporte, distribución, consumo, etc. y miles de millones de dólares de inversión.
Por eso, es importante que los ciudadanos seamos actores conscientes. Cada vez que ajustamos el termostato o apagamos una luz que no necesitamos, estamos marcando la diferencia. Un gesto tan sencillo como usar un ventilador en lugar del aire acondicionado, que consume unas 10 o 15 veces menos de energía, tiene un impacto acumulativo asombroso si lo hacemos todos.
Si pensamos que exceder el consumo por un 5% puede llevarnos a una interrupción, pero reducir ese mismo consumo en un 10% o 20% es muy simple, la opción es de fácil elección.
En la Antigua Roma, los incendios eran muy comunes con consecuencias de las características de las construcciones, abundante madera y paja, pero también por la indolencia de sus habitantes. A menudo permanecían inmóviles llenos de pánico como simples espectadores de estas terribles calamidades.
En un intento de palear estos desastres el emperador Augusto puso baldes de agua por la ciudad, que, ante un incendio, permitían que los habitantes ayudaran a apagar el fuego, así nacieron los primeros cuerpos de bomberos, que sabían qué hacer ante una alerta para prevenir los incendios. Hoy, estamos acostumbrados a recibir notificaciones sobre tormentas, sismos o incluso tsunamis. ¿Por qué no aplicar un sistema similar al suministro eléctrico?
Imagínenos esto: una alerta temprana que nos advierte sobre posibles interrupciones de suministro, acompañada de instrucciones claras para reducir el impacto en nuestros hogares. Algo tan sencillo como apagar los artefactos que no son imprescindibles, o programar el uso de algunos electrodomésticos para usarlos en horarios de menor demanda podría evitar un corte de electricidad. No parece una mala idea.
Pero para implementar estas ideas se requiere de un esfuerzo conjunto. Gobiernos, empresas, reguladores y consumidores, deberíamos trabajar juntos. La información debe fluir de manera clara, y la educación energética tiene que ser parte de nuestra vida cotidiana. ¿Cómo podemos administrar mejor nuestro consumo? ¿Qué opciones tecnológicas nos ayudan? Estas son preguntas clave que deben estar en el centro de la conversación.
Por ejemplo, los medidores inteligentes ya están disponibles y son una herramienta valiosa para conocer nuestro consumo en tiempo real. Incluso hay aplicaciones que nos ayudan a optimizar la energía en el hogar, programando electrodomésticos para usarlos en horarios de menor consumo, como las noches.
Estos medidores, acompañado de acciones regulatorias, como abaratar la energía en los momentos de menor consumo y hacerla más costosa en los picos, ayudaría a mitigar los picos de consumo, y premiaría a los usuarios consientes.
Pequeños pasos, grandes cambios
El 50% del consumo energético en los hogares proviene de la calefacción y la refrigeración. Bajar solo dos grados en el termostato en invierno, o subirlo en verano, podría representar un ahorro significativo a nivel país.
Sería como aportar al sistema energético tanta energía como una gran central eléctrica que costaría varios miles de millones de dólares y llevaría años en construirse. Con estas simples medidas de uso racional, que no nos costará nada, es más nos ahorraría dinero en las facturas. Y lo mejor: sin sacrificar nuestro confort.
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Fuente: EconoJournal