La generación hidroeléctrica sumará MW al sistema, pero aún falta mucho para que alcance todo su potencial
Para los especialistas, las centrales hidroeléctricas son algunas de las obras que demanda un mundo que requiere consumir menos combustibles fósiles. En el siglo 20 se hicieron fuertes inversiones, pero actualmente hay pocos proyectos en carpeta
La generación hidroeléctrica tiene mucho para crecer en la Argentina. El siglo 20 estuvo marcado por fuertes inversiones y desde hace algunos años están reapareciendo proyectos para aprovechar el recurso natural, pero todavía es insuficiente en un contexto internacional que demanda cada vez más energías no dependientes de combustibles fósiles.
«El país tiene gran potencial para el aprovechamiento de sus ríos. Su explotación comenzó en 1913, con la creación de la Dirección General de Irrigación; y desde la década de 1960, hubo una etapa de construcción de grandes centrales hidroeléctricas, como el Complejo El Chocón – Cerros Colorados, Alicurá, Piedra del Águila; así como las de la cuenca del Plata, sobre todo Salto Grande; y, sobre el río Paraná, Yacyretá», recuerda Jorge Lapeña, exsecretario de Energía de la Nación.
El especialista destaca que, gracias a esa performance de construcción, hacia fines del siglo pasado, en la matriz de generación, la hidroeléctrica tuvo una participación cercana al 50 por ciento. «Hoy, esa presencia ha bajado a niveles del 25%», afirma. Y destaca la importancia de continuar desarrollando esta fuente de energía, considerada limpia. «Al igual que la eólica, la solar y la nuclear, no produce gases de efecto invernadero y eso es lo que está buscando el mundo en este momento», recalca.
«El potencial hidroeléctrico del país, incluidos los ríos binacionales, está aprovechado en un 50%. Hay otro 50% que todavía no ha sido tenido en cuenta por distintos factores. En primer lugar, porque son capital-intensivos, es decir, requieren una gran inversión inicial, con pago de intereses y amortización de capital durante 20 o 30 años», dice el también exsecretario de Energía Emilio Apud, quien lamenta que el problema del país es que, desde hace tiempo escasean capitales, inversiones y financiación. Sin embargo, considera que la situación es reversible; «Le veo futuro, en la medida en que se generen condiciones de estabilidad. No debe haber injerencia política del Estado en materia de precios».
Para Apud, una buena intervención sería «fomentar, como en Brasil, subastas internacionales para determinadas zonas y ríos, para adjudicar una concesión por 40 o 50 años, con la explotación y la construcción a cargo directamente del privado, en función del costo o el precio que quiera fijar para la producción».
El experto avizora que el interés en esta generación será creciente, en la medida en que haya más sensibilización en materia ambiental, en lo que respecta al calentamiento global, y a la huella de carbono. «Las centrales hidroeléctricas, sobre todo las de llanura, aunque las de embalse también, pueden ser reguladas y constituir un buen complemento de las energías renovables intermitentes», destaca.
Lapeña, en tanto, afirma que, aunque los proyectos deben ser bien evaluados, los dos grandes ríos de llanura de la Argentina -el Paraná y el Uruguay-, admiten la instalación de nuevas centrales, así como aquellos menos caudalosos, pero que están en altura, como los de la geografía cordillerana.
La generación hidroeléctrica es variable -oscila en función de factores climáticos-, pero para Lapeña esto no debe tomarse como un problema. «Esta situación no debería desalentar proyectos. Los ríos deben ser bien estudiados y uno de los estudios básicos para hacer una central hidroeléctrica está asociado con la hidrología», apunta. «En los años en que hay grandes lluvias, tienen mucho caudal; en los de poca lluvia, menos; pero también hay dos tipos de centrales: las que tienen regulación, porque poseen embalse, almacenan agua, y las que se llaman ‘de pasada'», grafica.
El exfuncionario matiza que las diferencias climáticas no deberían desalentar nuevas iniciativas, porque cada tipo de generación tiene una función que cumplir dentro de un sistema complejo. «El arte de la planificación energética es, justamente, combinar diversos tipos de centrales, para brindar un servicio que sea confiable. Cuando hay poca agua, tendrán que actuar más las termoeléctricas; es un balance que se va dando en el largo plazo», remata.
Según la última edición de Carta Energética, del estudio Montamat & Asociados, en el primer trimestre, la generación hidroeléctrica cayó un 25,8% respecto de igual periodo de 2021, situación que atribuye a la sequía que se verifica en todas las cuencas de los ríos por segundo año consecutivo. En comparación, por ejemplo, la generación nuclear creció fuertemente (36,8%) y la térmica, que absorbió gran parte de la caída de la hidroeléctrica, se incrementó levemente, en un 2,1%.
Según cita el informe de Montamat, «históricamente, la participación de la generación térmica rondaba el 50%, pero desde 2002, ante la escasez de nuevos proyectos hidroeléctricos y nucleares de envergadura, fue creciendo hasta alcanzar el 65,2 % en 2016». Esa evolución -indica el trabajo- implicó un mayor consumo de gas natural, entre otros combustibles.
En los tres primeros meses de este año, las distintas cuencas tuvieron un comportamiento diferente. La generación de Yacyretá decreció un 36,21% interanual por la baja en el caudal del río Paraná, al tiempo que la de Salto Grande disminuyó un 62,1%. En cambio, la de Futaleufú creció un 1402% por la reposición de la doble línea de transmisión de 330 kv entre Futaleufú y Puerto Madryn. En tanto, en las centrales de la cuenca del Comahue, los aportes de los ríos Limay, Collón Curá y Neuquén se mantuvieron iguales a los del año anterior, por lo que la generación hidroeléctrica de la cuenca tuvo niveles similares (+0,1%).
PROYECTOS
En ese marco, sobresalen algunos proyectos, como el de la maquinización del Brazo Aña Cuá, una iniciativa impulsada por Argentina y Paraguay para ampliar la capacidad instalada de la represa hidroeléctrica Yacyretá, que es operada por ambos países.
La iniciativa se compone de tres contratos: el de la obra civil; el de provisión y montaje de equipamiento electromecánico (partes fijas y móviles de turbinas y generadores y auxiliares) que se fabrican en diferentes partes del mundo (China, España, Italia, India, Argentina, Paraguay y Brasil); y el de provisión y montaje de equipamiento eléctrico. El avance ponderado de los tres contratos es del 31%, según explica el gerente de la obra, Fabián Ríos.
La central Hidroeléctrica Añá tendrá una potencia instalada de 270 MW, con un equipamiento de tres turbinas tipo Kaplan de 90 MW cada unidad, lo que significa incrementar la potencia instalada del complejo Yacyretá en un 10%. «La energía generada podría estimarse en 2 millones de MWh anuales (un 30% de la demanda residencial de la región NEA)», añade Ríos.
La energía que se genera en Yacyretá se comercializa en Argentina y Paraguay de acuerdo con las solicitudes de los mercados mayoristas de ambos países. Por caso, en julio, la central generó 1167 GWh, de los cuales el 89% fue suministrado al mercado eléctrico argentino.
Para preservación ambiental y de los ecosistemas del brazo, el caudal del Aña Cuá debe mantenerse en un valor mínimo garantizado, aun en periodos de sequía (como el de los últimos dos años), según dispone el Tratado Binacional de Yacyretá. Ríos añade que el impacto ambiental de la obra es «prácticamente nulo». «Se trata de un caudal circulante a través de un vertedero desde el mismo embalse de agua del lago Yacyretá existente, no se producen nuevas afectaciones de territorios ni ecosistemas», completa.
La inversión en la maquinización del Brazo Añá Cuá es de u$s 400 milllones y se financia con fondos propios, provenientes de los ingresos por venta de energía de la entidad binacional a los mercados eléctricos de Argentina y Paraguay.
El proyecto ocupa a 770 trabajadores en forma directa y se estima llegar a 1100 en el pico de obra. El 45% de ellos es de Argentina; un porcentaje similar, de Paraguay; y un 10 % de otros lugares del mundo. «Su calificación y perfil es de un espectro muy amplio, debido a que el proyecto requiere la participación de profesionales de diferentes ramas y variadas actividades», afirma el gerente de la obra. Añade que la ejecución se realiza bajo supervisión y coordinación general de la Gerencia de Aña Cuá de EBY, con el acompañamiento de una consultora internacional que desarrolla la ingeniería. Además, hay un consorcio de consultoras de ambos países que tienen a su cargo la inspección de obra y procesos, con parámetros establecidos de calidad constructiva y de materiales, y verifica el apego a los protocolos ambientales, seguridad e higiene y sanitaria por parte de las contratistas y subcontratistas.
SANTA CRUZ
Santa Cruz es el escenario del proyecto del complejo hidroeléctrico de Represas Patagonia, compuesto por el Acantilado Represa Néstor Kirchner (cuyo primer nombre fue Condor Cliff), ubicado a 130 kilómetros de El Calafate, y por la Represa Jorge Cepernic (que originalmente se llamó «La Barrancosa»), localizada a 170 kilómetros de la ciudad Comandante Luis Piedra Buena. Fueron licitadas durante la segunda gestión de Cristina Kirchner como presidenta y la ejecución está a cargo de la unión transitoria de empresas (UTE) integrada por la firma china Gezhouba Group Limited y las nacionales Electroingeniería e Hidrocuyo.
El río Santa Cruz es considerado de alta potencialidad hidroenergética y esta obra había sido planificada ya desde la década de 1950, pero no ha estado exenta de críticas de grupos ambientalistas, que llevaron el conflicto hasta la Justicia. De hecho, en 2016, la Corte Suprema de Justicia suspendió las obras provisoriamente, en el marco de una causa iniciada por la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas de la Patagonia contra la Provincia de Santa Cruz y la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. La entidad había promovido una acción de amparo que consistía precisamente en suspender los trabajos hasta tanto se completara un proceso de evaluación de impacto ambiental, así como una consulta vecinal.
Durante el gobierno de Mauricio Macri, se realizó un estudio que derivó en un rediseño de la potencia y también se rebautizó a las represas con los nombres originales, cambio este último que se revirtió con la llegada de Alberto Fernández a la Presidencia.
La obra volvió a judicializarse a partir de 2019, cuando trascendió que se había producido una grieta en el área donde se construye la represa Presidente Néstor Kirchner, y la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal pidió la realización de análisis para evaluar el efecto de movimientos sísmicos en las instalaciones.
«La producción de electricidad a partir del aprovechamiento hidroeléctrico del río Santa Cruz implica generación de energía limpia, no contaminante y renovable para el país. Para nuestra provincia significa, además, empleo de calidad, la oportunidad de generar pymes auxiliares, e indirectamente, poder establecer industrias que aprovechen el suministro seguro de energía», informaron desde el Gobierno de Santa Cruz. La obra comenzó en 2015 y actualmente emplea a unas 2800 personas; en su mayoría, habitantes de la provincia. Sin embargo, enfrentó una crisis de financiamiento a partir del año pasado que ha impulsado protestas de la Uocra y de transportistas de la zona.
Cuando esté completado, promete ser el mayor complejo hidroeléctrico totalmente nacional del país. Permitiría aumentar en un 5% el total de la potencia instalada en la Argentina y en un 15% la hidroeléctrica.
De acuerdo con lo precisado desde la administración encabezada por Alicia Kirchner, la represa Jorge Cepernic está cerca del 30 % de avance de obra, mientras que la Néstor tiene un grado de avance superior al 20 %. Ambas tendrán en conjunto una potencia instalada de 1310 MW.
Respecto de los problemas financieros, un informe de comienzos de agosto realizado por Enarsa destaca que, a fecha de 2015, la inversión estimada era de u$s 4714 millones, cifra para la que se logró un financiamiento del 100% a una tasa libor + 3,8%, por intermedio de un consorcio de entidades bancarias de la República Popular China, en las cuales participa China Development Bank como agente del Acuerdo, el Industrial and Commercial Bank of China Limited y el Bank of China Limited. De ese financiamiento, se desembolsaron solo u$s 1350 millones -u$s 850 millones en 2015 y u$s 500 millones en 2017-, de los cuales u$s 462 millones (el 34%) fueron destinados a pagar componente extranjero de la obra en el exterior y u$s 888 millones (el 66%) ingresaron al país para pagar componente nacional.
De los u$s 462 millones para componente extranjero, queda un saldo de u$s 64 millones para continuar ejecutando. «Cifra por demás insignificante, dado que en el corto plazo se deberá comenzar a abonar los equipamientos mayores (turbinas, electromecánica, etcétera)», remarca el documento de Enarsa.
De acuerdo con el trabajo, los u$s 888 millones transferidos a la Argentina fueron aplicados en su totalidad. Además, debieron ser complementados con un crédito del Tesoro Nacional de $ 17.290 millones, tras lo cual se gestionó otro préstamo por una cifra similar.
El Gobierno pidió un acuerdo de enmienda y restablecimiento del contrato de línea de crédito que se interrumpió en 2021. La confirmación de esa gestión fue comunicada a Alicia Kirchner por la exministra de Economía, Silvia Batakis, en lo que fue su último día de gestión, a comienzos de agosto.
«Las represas generarán un ahorro en el costo de generación en el sistema del 7,5% durante los primeros 10 años de actividad y, luego del undécimo año, ese ahorro alcanzará el 16%, habida cuenta de que durante los primeros 10 años la energía estará contractualizada para devolver el financiamiento y posteriormente solo requerirán una remuneración de la energía para cubrir costos de operación y mantenimiento», indicó Enarsa. Y apuntó que la vida útil de estas represas se estima en entre 35 y 50 años.
MENDOZA
Otra represa que está en medio de marchas y contramarchas es Portezuelo del Viento, una obra de u$s 1000 millones que fue impulsada por Mendoza pero que debe ser aprobada por Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén, debido a que aprovecha el caudal del Río Grande, principal afluente del Río Colorado, que atraviesa a todas ellas. El conflicto interjurisdiccional se debe a que los estudios de impacto ambiental no habrían abarcado a todas las provincias, sino solo a Mendoza.
Tanto la maquinización del Brazo Añá Cuá de Yacyretá, como las represas de Santa Cruz y Portezuelo del Viento son consideradas por los especialistas como posibles hitos para la generación hidroeléctrica argentina, sin las cuales no habrá mayores cambios en el mediano plazo. Según Carta Energética, hasta que no se concreten esos proyectos, «la generación hidroeléctrica se mantendrá en valores similares al promedio de los últimos 12 años».
Fuente: Cronista