La hidroeléctrica argentina suma más energía limpia a la matriz

Con sus ventajas medioambientales y de bienestar social frente a otras fuentes de generación primarias, la potencia instalada apenas ronda el 30% de la capacidad eléctrica. El potencial de crecimiento de esta energía renovable y el problema de financiar las obras. La modernización de Salto Grande, la nueva represa para Yacyretá y las dos gigantes santacruceñas que arrancarían en 2023.
Más allá de los fenómenos meteorológicos cíclicos, como huracanes y ciclones y los eventos geológicos, como terremotos y tsunamis, las consecuencias del cambio climático están a la vista. Las noticias nos muestran todos los días a nivel global y tienen efectos catastróficos. Pérdidas humanas, animales, vegetales, materiales y económicas se multiplican en todos los rincones del planeta: no hay ganancias.
Calor y frío extremos, inundaciones, sequías, incendios, aludes, derretimiento de glaciares, seca de ríos, pérdida de biodiversidad, extinción de especies, acidificación de océanos demuestran que el planeta acusa recibo de la intervención humana en el ambiente y la reacción es imprevista y violenta.
Si bien parte del daño provocado en el último siglo y medio no es remediable, los pronósticos sobre el futuro tampoco son nada alentadores, por las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y el nivel de consumo irrefrenable. Por eso muchos países vienen trabajando en forma acelerada para generar un cambio de paradigma y migrar hacia una economía sustentable, con fuentes de energía menos contaminantes y un estilo de vida que mitigue el impacto de todas sus actividades.
Renovable, limpia, eficiente, económica
Cuando se habla de fuentes renovables, casi todos piensan en el infinito aprovechamiento que permiten el sol y el viento, o sea las energías fotovoltaica y eólica, que brindan la posibilidad de generar calor y electricidad casi en forma ilimitada. Pero la hidroelectricidad también utiliza recursos renovables, que producen energía hidráulica, y su uso está muy difundido desde hace décadas en todo el mundo.
La energía aprovechada de los cursos de agua realza la confiabilidad de los sistemas eléctricos, permite generar en forma limpia, con una baja emisión de GEI, y es una tecnología eficiente, versátil y de bajo costo operativo. El aprovechamiento del potencial hidroeléctrico permite ahorrar grandes cantidades de combustibles fósiles y maximizar la gestión de los recursos hídricos, lo que favorece el uso multipropósito del agua en beneficio del desarrollo humano.
En la antigüedad se aprovechaba directamente la corriente de los ríos por su cauce, después se generalizó el retener el agua en embalses o reservorios para liberarla aguas abajo, transformando así la energía potencial gravitatoria en energía cinética. El agua en movimiento se utiliza para generar electricidad al hacer girar las enormes turbinas acopladas a generadores, aunque la mayoría de las represas a nivel global todavía se utilizan para riego, suministro de agua, control de inundaciones y navegación.
Provee un cuarto de la electricidad del país
La energía hidroeléctrica aporta actualmente más del 16% del total de la electricidad consumida en el mundo y, en la Argentina en particular, representa el 4% de la matriz energética y hasta el 30% de la eléctrica, con una potencia instalada de 11.344 MW en 56 centrales de diversa magnitud.
Para sustentar esta provisión se cuenta con una red de represas y embalses, situada estratégicamente en los cursos de agua para aprovechar su caudal, que en gran parte alimentan mediante centrales transformadoras al sistema integrado nacional. Desde el año pasado, la baja hidraulicidad en todas las cuencas, producto de ciclos naturales, pero también por el cambio climático, disminuyó el despacho de las centrales hidro.
El último dato disponible de la Secretaría de Energía indica que, de los 33.879 GWh de generación neta de energía eléctrica del segundo trimestre de 2021, el 65,7% provino de fuentes térmicas, mientras que el 15,7% tuvo su origen hidráulico (excluyendo pequeños aprovechamientos menores a 50 MW de potencia), 6,8% nuclear y 11,8% renovable (Ley 27.191). De acuerdo al resumen ejecutivo del Mercado Eléctrico Mayorista de CAMMESA, de los 41.951 MW de potencia instalada en 2020, la fuente primaria hidro aportó 10.834 MW, que representan una participación del 25,8% del total. Y de los 135.375 GWh generados en el año, la hidráulica sumó 29.093 GWh, o sea un 21,5% de la oferta.
La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) estima que, hasta hoy, ha sido aprovechado sólo el 30% del potencial hidroeléctrico identificado a nivel global, con lo que el sector tiene por delante un gran potencial de crecimiento. Asimismo, asegura que la capacidad hidroeléctrica existente en el mundo tendrá que crecer alrededor del 60% en 2050, para ayudar a limitar el aumento de la temperatura global a muy por debajo de los dos grados Celsius.
Argentina tiene un bajo nivel de aprovechamiento de sus recursos hídricos para la generación eléctrica (30 % del total potencial) y es el país sudamericano con el menor aporte hidroenergético a su matriz eléctrica. Los países de la región con más participación de este origen a sus matrices son Paraguay (100 %), Colombia (69 %), Brasil (65 %), Venezuela (48 %) y Uruguay (40 %), según la empresa estatal Integración Energética Argentina (IEASA, antes ENARSA).
Nuevas inversiones y proyectos en marcha
En la Argentina hay 112 aprovechamientos hidroeléctricos: hay mega represas como las binacionales Yacyretá (3.100 MW) en Corrientes con Paraguay y Salto Grande (1.890 MW) en Entre Ríos con Uruguay. También existen grandes centrales concesionadas privadas, como Piedra del Águila (1.400 MW) y Chocón (1.260 MW) en Neuquén. Aunque la mayoría son emprendimientos de mediana a pequeña escala distribuidos en todo el territorio.
El Complejo Hidroeléctrico Salto Grande está desarrollando un plan estratégico a 30 años con el objetivo de mejorar la producción, eficiencia y seguridad. Se inició en 2013, tras firmar un Convenio de Cooperación Técnica con el BID, e incluye la renovación de equipos eléctricos y electromecánicos, así como la infraestructura civil.
Sólo el presupuesto de modernización de las 20 turbinas generadoras, con la mejor relación costo/beneficio, implicaría una inversión de US $960 millones en todo el período. Su importancia radica en que, si bien su producción es compartida en partes iguales entre ambos países, suministra casi el 50% de la energía eléctrica que consume Uruguay y el 5% de la Argentina.
Por otro lado, tras haber pasado por varios procesos de evaluación de impacto ambiental y audiencias públicas, en 2017 se aprobó la factibilidad del Aprovechamiento Hidroeléctrico del río Santa Cruz (AHRSC), que constituye un proyecto destacado de infraestructura pública, en términos de políticas de impulso de energías renovables. Este curso de agua tiene el mayor potencial hidroeléctrico de los ríos interiores del país, con particularidades que optimizan su aprovechamiento, como su doble regulación natural.
El emprendimiento está integrado por dos represas (Cóndor Cliff/Néstor Kirchner y La Barrancosa/Gobernador Jorge Cepernic) que tendrán una potencia instalada sumada de 1.310 MW y representarán una de las mayores hidroeléctricas nacionales. La primera tendrá una potencia instalada de 950 MW y una capacidad de generación media anual de 3.190 GWh (operando en régimen de punta), mientras que la segunda contará con 360 MW y 1.903 GWh. Los aprovechamientos estarán conectados al Sistema Argentino de Interconexión (SADI), a través de una línea de extra alta tensión (LEAT) de 500 kV.
Ese ambicioso proyecto cuenta con un crédito por US $4.700 millones a 15 años y tiene previsto arrancar la primera turbina en el 2023. Pero como en los últimos meses el consorcio de bancos chinos que financiaba las obras suspendió el envío de fondos, en agosto el Poder Ejecutivo designó unos $17.290 millones del Presupuesto Nacional para reactivar la construcción y, por otro lado, negocia con los acreedores una adenda o anexo al contrato para evitar un default.
Licitado y adjudicado en 2014, el proyecto de la represa Chihuido I sobre el río Neuquén está parado desde hace 3 años, porque el consorcio argentino alemán ganador no logró el financiamiento para las obras. Esa central hidro multipropósito, que le aportaría 637 MW al sistema en 2027, tenía una valuación de US $2.240 millones.
En 2018, el gobierno alemán le había ofrecido al expresidente Mauricio Macri una oferta de financiación, que luego fue modificada al asumir la canciller Ángela Merkel. El crédito alcanza a US $1.800 millones, abarca el 85% de la obra que debe ser financiada por el gobierno nacional y desde mediados de este año es analizado por la cartera del ministro de Economía, Martín Guzmán. Y, a mediados de año, la estatizada IMPSA le presentó al gobierno de Neuquén el proyecto para realizar una Chihuido II.
Hay otros proyectos importantes, como la central Portezuelo del Viento en Mendoza que, si bien no avanza en el proceso de adjudicación, podría aportar 216 MW en 2026. Y el brazo Aña Cuá sobre el río Paraná, que aumentará hasta un 20% la capacidad de la principal represa de Yacyretá, es decir 276 MW de potencia adicional, y cuyo final de obra ahora está previsto para 2024.
Es relevante aclarar que las hidroeléctricas tienen una larga vida útil y una fuente de energía inagotable que se renueva de forma gratuita, dos ventajas que recompensan en buena medida los altos costos iniciales de la construcción e instalación de los enormes reservorios, que además demandan obras y puestas a punto muy prolongadas.
Un factor que genera controversias es el impacto en el ambiente: las grandes dimensiones de los embalses podrían tener consecuencias negativas en el ambiente por la quita de espacios ocupados antes por la naturaleza o por poblaciones humanas que son obligadas a desplazarse. Además, se ve afectada por las sequías, que provocan la disminución de su capacidad en generación eléctrica, como ocurre en los últimos años por la bajante drástica del río Paraná y que hoy lleva a Yacyretá a funcionar al 50% de su capacidad.
Sin embargo, salvadas sus potenciales consecuencias negativas, representan una alternativa de generación eléctrica mucho más limpia y segura que otras, como las de fuentes fósiles o nucleares, y complementan el desarrollo eólico y solar por ser reservas de potencia firme.
Fuente: Política y Medios