Se nos escapa la tortuga de la revolución tecnológica
Los países bálticos y nórdicos son conocidos mundialmente por la estabilidad de sus economías, la calidad de vida de sus habitantes y el frío de sus climas. A su vez, poseen excelentes índices educativos y avances importantes en comparación al resto del mundo en lo referente a energías renovables. No poseen peligros de desastres naturales como tsunamis o terremotos.
Todos estos datos hacen que estos países suelan liderar el índice de desarrollo humano de la ONU, ganándose así la fama de ser «el mejor lugar del mundo para vivir.» Pero todas estas características también los transforman en un territorio ideal para invertir en un rubro cada vez más relevante a nivel mundial: los datacenters. Estos países llegaron a alojar en 2018 el 49% de los datacenters de empresas tecnológicas a nivel mundial, logrando así inversiones por US$ 3 billones en tan sólo 18 meses.
Pero a diferencia de lo que popularmente se cree, estas infraestructuras cruciales para la revolución tecnológica en la que vivimos generan empleos en gran cantidad, desde el más calificado hasta el que menos instrucción requiere. Kolos, en Ballangen, Noruega, generará alrededor de 10.000 puestos de trabajo directos e indirectos y será 100% alimentado por energías renovables.
En Sudamérica, Microsoft anunció una inversión en Chile por US$ 11.300 millones, que generarán 51.000 puestos de trabajo. Es decir, los nórdicos tienen grandes condiciones para recibir estas inversiones, pero ¿nosotros no? ¿Qué condiciones vio Microsoft en Chile y qué tan lejos estamos nosotros de ellas?
En primer lugar, la energía. Los datacenters necesitan acceso a una fuente estable y confiable de energía en grandes cantidades. Por este motivo, muchos de ellos que hoy están siendo construidos buscan a su vez autoabastecerse de esta y de manera sustentable. De esta forma, no dañan el ambiente y se aseguran una fuente de energía constante. Teniendo en cuenta los problemas en la materia que tiene Argentina, fomentar la inversión en datacenters abre la oportunidad para el desarrollo paralelo de fuentes de energía no contaminantes ampliando las oportunidades de inversión.
Aunque podría sonar distante para la Argentina, en realidad ya existe un proyecto que desarrolla la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de un reactor nuclear para la generación de electricidad en bajas y medianas potencias. El Proyecto se llama CAREM, está en proceso de construcción en fase de prototipo en Lima, Provincia de Buenos Aires y complementándolo como fuente de energía para datacenters podría alcanzar su estadío final para terminar de desarrollar el producto comercializable que situaría a Argentina como un país de vanguardia en la exportación de energía nuclear.
Iniciativas como la de los reactores CAREM o inversiones en energía eólica, solar, y otras no sólo eliminarían el problema de la fuente de energía sustentable para los datacenters, sino que los excedentes producidos podrían abastecer a localidades cercanas a ellos, como ya sucede en varios lugares del mundo. De hecho, los servidores de Apple en Viborg, Dinamarca, están conectados a la red de calefacción de la ciudad y con el calor excedente de los mismos se calientan todos los hogares en épocas de bajas temperaturas.
Incluso, gracias a la ventaja geoestratégica que nos brinda nuestra geografía, la ubicación en Argentina de este tipo de inversiones sería muy atractiva. Existen dos cuestiones naturales que nos dan ventajas comparativas respecto del resto de Sudamérica y de muchas otras regiones del mundo. Tenemos vastos territorios de temperaturas bajas, cuestión que ayuda a disminuir el gasto energético para refrigerar los servidores, además de que esos territorios (la Patagonia, principalmente) no poseen grandes peligros de sufrir catástrofes climáticas como terremotos o tsunamis.
Y serían imperioso su desarrollo con mayor población, fuentes de trabajo privado, productivo y sustentable con energía suficientes para solucionar la cuestión climática y de lejanía.
CONTEXTO JURÍDICO Y ESTABILIDAD MACROECONÓMICA
La energía hemos dicho es un elemento central para incentivar la instalación de Datacenters en Argentina. Pero también está, por un lado, la cuestión de la estabilidad macroeconómica. Es difícil atraer inversiones extranjeras cuando se tienen controles al mercado de cambios, al acceso a divisas, se emite indiscriminadamente generando inflación, hay distorsión de precios relativos, tarifas congeladas y muchas otras variables generando inestabilidad en la macroeconomía.
Por otro lado, tenemos un entramado regulatorio muy cambiante al que los argentinos ya nos hemos acostumbrados pero que desincentivan toda inversión extranjera y muchas veces local también. La solución al respecto, a largo plazo, sería tener una economía robusta y un marco regulatorio estable y previsible. Pero lo cierto es que estos son cambios de largo plazo que no sucederán en el corto, por lo que habría que buscar una solución temporal mientras se sientan las bases del largo plazo.
Esta podría ser crear un régimen especial tanto impositivo como regulatorio que asegure a las empresas cierta estabilidad y previsibilidad. Esta es una de la recetas que generan el éxito de las naciones en su desarrollo económico e institucional como describen Acemoglu y Robinson en varios ejemplos históricos en su afamada obra «Por qué fallan las naciones».
Entre las regulaciones que mayor desincentivo generan hoy en Argentina está el régimen laboral. Y existe un mito instalado en la sociedad que es imposible de modificarse. Pues ese mito es falso y el caso de Vaca Muerta lo comprueba. Allí hacía falta modificar un régimen laboral obsoleto para el siglo XXI y todos los actores entendieron que así era. O lo modificaban y recibían una inversión que desarrollara la región o esos capitales iban a parar a otra parte del planeta.
A diferencia de lo que popularmente se cree, estas infraestructuras cruciales para la revolución tecnológica en la que vivimos generan empleos en gran cantidad, desde el más calificado hasta el que menos instrucción requiere. Kolos, en Ballangen, Noruega, generará alrededor de 10.000 puestos de trabajo directos e indirectos y será 100% alimentado por energías renovables.
Se pusieron todos de acuerdo y lograron modificaciones sustanciales en los convenios colectivos y en el régimen en general dando oportunidad a inversiones y una enorme creación de nuevos puestos de trabajo. Dando también estas oportunidades a personas que antes no las tenían, desarrollando pequeños emprendimientos locales para abastecer de bienes y servicios a las empresas más grandes que allí se instalaban. Un resultado win-win, gracias a haber generado los incentivos correctos y no estancarse en la lógica de impedir que reina en el resto de los sectores económicos argentinos.
LA OPORTUNIDAD
En resumen, tenemos las condiciones naturales ideales para fomentar la inversión extranjera en un insumo clave para el desarrollo tecnológico como son los servidores.
En cuanto a las condiciones económicas y energéticas hay que ser conscientes de las limitaciones que tenemos en dichos campos y buscar compensarlas de la mejor manera posible.
Por último, sin costo alguno, tenemos la posibilidad de desarrollar una política pública de largo plazo que posicione a la Argentina estratégicamente en el mundo, que fomente el poblamiento y combata el desarraigo en la Patagonia, al aumentar la oferta laboral, incluyendo empleos calificados.
Tenemos la posibilidad de aplicar una política pública realmente federal, donde los estados provinciales decidan o no acompañar la iniciativa según sus criterios, y que seguramente los que decidan hacerlo se verán beneficiados con inversión, empleo y dinamismo en sus economías.
La visión a largo plazo que demanda esta política es cierto que no abunda hoy entre nuestros dirigentes, pero la decisión es enteramente política. Los costos de crear estos regímenes que promuevan la inversión en servidores es prácticamente nulo y sus beneficios podrían ser abundantes.
Depende de nuestros políticos, del Congreso y de la Presidencia, así como de las provincias, llevarla adelante. Cuanto más tiempo se tarde en implementarla, más inversiones se realizan en países vecinos, perdiendo así la posibilidad de explotar realmente nuestras ventajas con ellos. Parafraseando al Diego, que no se nos escape esta tortuga.
Fuente: El Cronista.