Del Chocón a la nada: La obra que se paga pero nunca se hizo
La Central de Acumulación por Bombeo en Laguna La Brava se proyectaba como un «acumulador gigante» de energía. Pese al entusiasmo de las autoridades de la época y el anunciado interés de japoneses, europeos y norteamericanos por constuirla, el proyecto jamás se llevó a la práctica.
“La Plata, 13 (Telam).- La Central Hidroeléctrica de Acumulación por Bombeo de La Brava, en el partido bonaerense de Balcarce, representará un aporte de 400.000 kilovatios de potencia instalada para el invierno de 1980. En esa fecha comenzará a operar el primer grupo generador de la central, la ejecución de cuyo proyecto será licitada en los próximos días por el Ministerio de Obras Públicas de la provincia”.
De esa manera la agencia oficial de noticias anunciaba, a mediados de la década del setenta (al viejo papel le recortaron el año), una de las obras más importantes de la zona, incluso del país y Latinoamérica: una represa capaz de almacenar 4.500.000 kilovatios por hora.
“Los trabajos para su construcción se iniciarán en los primeros meses de 1976, y se llevarán a cabo en dos etapas. En su primera parte, ‘La Brava’ estará equipada con dos grupos electrógenos de 200.000 kilovatios de potencia instalada cada uno. De acuerdo a lo programado por los técnicos, se podrán instalar posteriormente otras cuatro maquinarias similares, con lo que se alcanzará una capacidad de generación de 1.200.000 kilovatios, lo cual significará un rendimiento similar al complejo hidroeléctrico ‘Chocón-Cerros Colorados, con el incremento de economía por el sistema de acumulación por bombeo”, ampliaba el cable informativo.
Pero nada de lo que allí se anunciaba iba a ocurrir. El proyecto, que entre 1976 y 1978 pobló centímetros y centímetros de los diarios de la zona, iba a tener el destino de las obras abandonadas. Aunque no como cualquier otra que se desecha de un día para el otro: para financiar la Central de Acumulación por Bombeo de La Brava se fijó en 1978, a través del decreto-ley 9038, un gravamen adicional al consumo de energía que todavía pagan los bonaerenses. Un cargo que también contemplaba la radicación de potencia de base en el área de Bahía Blanca y sus interconexiones (en este caso sí se concretó).
La obra era anunciada como “un acumulador gigante” de energía. Durante las horas de menor consumo, un bombeador elevaría el agua y el depósito sería liberado por intermedio de la turbina en el momento de mayor demanda de energía.
Los informes técnicos, como los funcionarios de la época, exudaban optimismo. “Para aplicar este sistema de bombeo, en el caso de la usina de La Brava, en la costa inferior se aprovechará la ya existente laguna de ese nombre, ubicada a 32 kilómetros de la ciudad de Balcarce y a similar distancia de Mar del Plata; y en la costa superior, la contención efectuada por la sierra La Vigilancia, unos 230 más arriba”, establecía uno de ellos.
La acumulación de energía así lograda podría almacenar el equivalente a 4.500.000 kilovatios por hora, y la potencia instantánea tendría en su primera etapa desde 400 hasta un tope de 1.600 megavatios.
De acuerdo con los estudios que difundía el gobierno bonaerense, la obra tendría un costo inferior a otras similares que se preveían realizar en otras zonas del país, y se financiaría mediante un gravamen para el consumo de energía eléctrica. La última fue la única parte del plan que se convertiría en realidad.
Dilaciones
Del proyecto se empezó a hablar a principios de la década del setenta. En diciembre de 1971, funcionarios de la Dirección de Energía de la Provincia de Buenos Aires (DEBA), encabezados por su titular, Jacques Lagrange, expertos y profesionales nacionales y extranjeros se reunieron en el terreno para evaluar los estudios de prefactibilidad de la obra. “Un grupo de científicos suecos asistió a la reunión”, mencionaba el diario LA CAPITAL.
Menos de un año más tarde, en agosto del 72, el ingeniero Antonio Gregorio Cordero elogiaba el proyecto desde una columna de opinión en Clarín. “La Brava: un Chocón a 400 km de la Capital”, la tituló. “Las condiciones hidrológicas, geológicas y topográficas de la zona garantizan la factibilidad técnica del proyecto”, aventuraba.
El proyecto ejecutivo para construir la central se anunció el 4 de marzo de 1976, es decir, 20 días antes del golpe de estado que despojaría del poder a María Estela Martínez de Perón. El monto del contrato por los servicios de ingeniería ascendía a 9.000 millones de pesos moneda nacional. Para entonces el titular de DEBA había cambiado: era Bautista Marcheschi, que más de 30 años después fue subsecretario de Energía Eléctrica del kirchnerismo. El gobierno de la provincia “ratifica su irrenunciable propósito de convertir en realidad las promesas y los anhelos del pueblo a través de hechos concretos”, decía Marcheschi. “La Brava es una realización que no cuenta con precedentes en la historia de las obras provinciales”, agregaba.
Pero las dilaciones eran evidentes. En noviembre de ese año negro para la política argentina, el gremio de los obreros de la construcción (Uocra) planteó inquietudes respecto a la construcción de la central. Era porque “en algunos meses” iban a culminar las obras del estadio para el Mundial 78 y podían quedar desocupados unos 2.500 trabajadores. En un comunicado que era casi un ruego, la Uocra afirmaba: “Deseamos que se cristalice la realización de esa central hidroeléctrica de La Brava por el significado que lleva implícito para el país en materia energética”.
Un tal Viader
En 16 de junio de 1977, funcionarios de DEBA sobrevolaron la zona donde estaba previsto construir la central hidroeléctrica. El titular del organismo había cambiado otra vez. En este caso era un coronel retirado: Walter Viader. Tan optimista como sus antecesores. “Pensamos que esa obra será lanzada antes de fin de año, ya que en estos momentos está en desarrollo la conclusión de los estudios correspondientes a la ejecución del proyecto, y además de esos estudios resta definir aún la modalidad que se adoptará para su funcionamiento”, llegó a decirle a LA CAPITAL.
El gobierno buscaba interesar en el proyecto a empresas de distintas partes del mundo. Incluso, a ese viaje a Balcarce las autoridades de DEBA habían invitado a empresarios y técnicos japoneses. “Estamos conversando no sólo con consorcios del Japón, sino también con firmas europeas y americanas, que pueden también adjudicarse la obra”, contaba Viader.
Una digresión: también se llamaba Walter Viader, y era capitán retirado, uno de los integrantes de los comandos civiles que operaron contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, los que derivaron en el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955 y en el golpe de Estado del 16 de septiembre de ese año.
Entusiasmo general
El entusiasmo por la obra de La Brava de los militares que jugaban a la política se contagiaba a los técnicos y profesionales. En abril del 78, el geólogo y director en Ciencias Naturales Mario Teruggi, director del Instituto de Mineralogía, Petrología, Sedimentología y Geoquímica de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata, destacaba que no habría problemas para concretar la obra. A su entender, era acaso una de las “mejor estudiadas del país”.
El ingeniero Néstor Busso, gerente de programación de DEBA, se encargó de aclarar que la central no generaría energía sino que la transferiría por acumulación en forma de agua, y calculó su costo en 80 millones de dólares, que implicaban 90 millones de pesos moneda nacional.
“Una de las ciudades que más directamente se verá favorecida es Mar del Plata, que padece un déficit considerable de energía en ciertas horas y principalmente en la temporada de verano”, sostenía el diario hace ya unos 40 años. Algunas cosas no cambian ni en cuatro décadas.
Tierra de turismo, aventura y naturaleza
La Brava es un lugar ideal para descansar, acampar, pescar y hacer actividades deportivas. El espejo de agua ocupa más de 400 hectáreas, tiene una extensión de 3.400 metros en su parte más ancha y una profundidad máxima de unos cinco metros que lo hace atractivo para la práctica de deportes náuticos.
Según una nota de LA CAPITAL publicada en febrero de 1996, “en algún momento lo que antiguamente fue la Dirección de Energía de Buenos Aires (DEBA) promovió la construcción de un sistema de producción energética para ampliar las posibilidades de servicio en el ámbito de la provincia”.
“Distintos problemas de estructura y presupuesto no permitieron el avance del proyecto. La reactivación de Laguna La Brava quedó trunca, pero igualmente su origen como espejo enclavado en la ruta 226 mantuvo su movimiento destinado a actividades náuticas y de pesca lacustre”, indicaba la nota. Y celebraba que “el ecosistema no fue modificado”.
Los baños con duchas y las parrillas se construyeron en el mismo predio. Del proyecto de la central hidroeléctrica no quedaron rastros.
Fuente: Tres Líneas