Del litio a la batería: ¿cuánto hay de realidad y cuánto de fantasía en Argentina?
Argentina participa con el 7,6% de la oferta mundial de litio. Hoy en día se discute de qué forma aprovechar este recurso.
El litio se encuentra en la actualidad en el centro del debate y no es para menos. Este mineral, liviano y altamente reactivo, constituye el insumo fundamental, transversal y, al menos por ahora, irremplazable de la nueva revolución tecnológica en ciernes, que tiene a la batería de ion litio como nuevo vector de desarrollo. Esta revolución está transformando una infinidad de industrias y actividades a lo largo del todo el mundo y todo parece indicar que seguirá haciéndolo durante las próximas décadas.
Desde el lanzamiento en 1991 de las primeras baterías de ion litio en las videocámaras de Sony, rápidamente se expandieron a una infinidad de dispositivos electrónicos. La revolución de las tecnologías de la comunicación no habría sido posible sin laptops o teléfonos celulares con baterías livianas y, a la vez potentes, cuyo almacenamiento durara horas e incluso días.
En la actualidad, la imperiosa necesidad de reducir emisiones de carbono para mitigar el cambio climático las ha puesto nuevamente en el centro de la escena, ya que el desarrollo de baterías de nueva generación, más potentes y a un costo cada vez más bajo, permite su utilización en todo tipo de medios de transporte.
Durante 2020, los vehículos eléctricos (VE) alcanzaron una excepcional participación del 4,4% en las ventas globales, pero se espera que la sustitución se acelere en la medida que alcancen (y superen) la paridad de costos con los tradicionales vehículos a combustión interna, algo que se espera que suceda en algún punto alrededor de 2025.
Pero no hace falta esperar para ver un uso difundido de las baterías de ion litio en medios de transporte, porque ya es una realidad en el nuevo segmento de la micromovilidad, donde 44% de las patinetas, bicicletas, motos y otros medios eléctricos de 2 y 3 ruedas se venden con baterías que utilizan litio.
En el futuro, las baterías de ion litio serán predominantes en la industria del transporte y se aplicarán a niveles impensados, siendo que existen planes de utilizarlas hasta en aviones. Pero se usarán también en otras industrias, como ya se hace en las herramientas. Sin duda, uno de los más importantes por fuera del sector de la movilidad, serán los sistemas de almacenamiento, que permitirán mejorar la disponibilidad de las energías renovables, las cuales dependen de condiciones climáticas como el viento o nubosidad.
No es extraño entonces que el mercado del litio y sus baterías genere inmensas expectativas en todo el mundo, aunque cabe mencionar que, a pesar de su elevada dinámica de crecimiento reciente, aún representa sólo una pequeña fracción de otros mercados de minerales. La consultora especializada CRU estimó que en 2020 la cadena de valor desde la extracción de litio a la batería contabilizó alrededor de US$ 30.000 millones, aunque estima que se acercará a los US$ 290.000 millones en tan solo una década.
Del litio a la batería
A pesar de ser uno de los elementos más abundantes en la naturaleza, por su alta reactividad química no es posible encontrarlo en estado puro, por lo que su extracción tiene lugar únicamente en yacimientos donde se encuentra en las concentraciones más elevadas.
Si bien es menos abundante (representa 26% de los recursos globales) y cuenta con una menor presencia de partículas por millón, en la actualidad cerca de la mitad de la oferta de litio proviene de los depósitos de espodumeno australianos -formaciones rocosas-, que se envía como concentrado a granel para su transformación en carbonato o hidróxido a China.
El triángulo del litio -compuesto por Chile, Argentina y Bolivia, con litio disuelto en agua de salmueras-, a pesar de ser más abundante (66% de los recursos) y encontrarse más concentrado, participa únicamente con cerca de un tercio de la oferta mundial. Esto se debe a que, si bien los salares presentan costos de operación menores, las particularidades químicas e hidrológicas hacen que cada salar requiera la elaboración de un proceso productivo a medida y tiempos de aprendizaje más extensos, por lo que, ante incrementos abruptos de la demanda, los yacimientos en rocas, que utilizan tecnologías mineras tradicionales, pudieron dar rápida respuesta.
Argentina participa con el 7,6% de la oferta mundial de litio, exportando principalmente carbonato de litio por cerca de 33.000 toneladas de litio carbonato equivalente (LCE). Se extraen desde dos salares ubicados en Catamarca y Jujuy respectivamente, que aportaron entre US$ 150 y US$ 200 millones en exportaciones durante los últimos años. La ampliación de estos proyectos y la construcción de un tercero, todos ya en marcha, permite prever que la producción local se triplicará y se acercará a las 120 mil toneladas LCE. No obstante, el debate actual -en Argentina y el mundo- se centra acerca de cómo aprovechar de la mejor manera los activos estratégicos disponibles en cada país, territorio y región, para insertarse en la nueva cadena de valor que el litio y sus baterías están construyendo a nivel global.
El cátodo constituye el componente crítico de la batería y es el que lleva la mayor cantidad de litio, aunque este último representa tan solo alrededor del 1% del volumen físico total de una batería. Su composición, que se combina con otros minerales, determina la capacidad y voltaje de la batería, motivo por el cual ha sido destinatario de los mayores esfuerzos de investigación y desarrollo.
Junto al ánodo, electrolito y otros, conforman una celda, la unidad más pequeña de la batería, eslabón de producción dominado por China, que concentra el 76% de la capacidad productiva mundial. Son utilizadas como bien intermedio del proceso de ensamblado, con varias de éstas conformando un módulo de baterías y estos a su vez en packs, al conectarse a placas de control y sistemas de refrigeración.
Las crecientes escalas de producción -que se duplican aproximadamente cada cinco años- otorga ventajas de cercanía a la industria de vehículos eléctricos y hace que las nuevas inversiones para producir celdas y baterías tiendan a realizarse en aquellos países o regiones donde esta industria muestra mayor empuje y perspectivas de crecimiento. A esto debe añadirse los ingentes esfuerzos fiscales que están realizando gobiernos de países desarrollados, incentivando la instalación de gigafactorys en sus territorios.
¿Qué puede hacer Argentina con el litio?
El litio, si bien es un insumo esencial e irremplazable para la fabricación de una batería de ion litio, puede ser necesario, pero no parece suficiente para avanzar en la producción de celdas y baterías. Para ello es fundamental avanzar en la producción de VE en sus diferentes formatos, tarea que se encuentra dando sus primeros pasos en Argentina.
En un plazo menor, la elaboración de partes de baterías -cátodos en especial- aparece como una opción más factible, aunque requiere de otros minerales que, al menos por ahora, no se encuentran disponibles en el país. En particular el cobalto, necesario para las baterías NMC, la tecnología que más desarrollo tendrá en el futuro cercano, aparece como un mineral aún más escaso y concentrado que el litio (67% de la producción de 2020 se ubicó únicamente en la República del Congo). En cambio, las baterías LFP, utilizadas para transporte público o pesado y también en bicicletas, entre otros, contienen hierro, que, aunque no se produce localmente, está disponible en la región.
Más cerca en el tiempo, en el país existen otros 17 proyectos en etapas de desarrollo avanzadas (además de las dos ampliaciones y la nueva construcción), de los cuales 7 cuentan con plantas piloto que evalúan o evaluarán métodos de producción. Si al menos estos últimos se pusieran en marcha durante los próximos años, la capacidad productiva argentina podría superar las 300.000 toneladas LCE y la llevaría a potencialmente proveer el 17% de la demanda de litio global hacia 2030.
No obstante, en un escenario opuesto, si no pudieran ponerse en marcha los proyectos de litio de nuestro país, existen en el mundo suficientes reservas de litio cuantificadas para cubrir la demanda de los próximos diez años. Argentina cuenta en la actualidad con la ventaja de contar con proyectos con elevada concentración de litio, que se puede extraer a costos competitivos, aunque los avances tecnológicos pueden poner en riesgo esta ventaja en un futuro no necesariamente lejano. Empujar la puesta en marcha de la mayor cantidad de operaciones locales será una tarea en la que los gobiernos provinciales, quizás con ayuda del nacional, deberán trabajar para no dejar pasar la ventana de oportunidad abierta.
Otra alternativa para mejorar el perfil argentino como productor de litio es la implementación de incentivos para elaborar localmente compuestos de alta calidad. La producción de carbonato e hidróxido de litio que se encuentran globalmente en el mercado presentan variadas diferencias y calidades. Además del grado de concentración (técnico o batería), existen diferentes niveles de pureza y composiciones químicas, que impactan en el precio al que son transados en el mercado. En efecto, el país hoy percibe un precio unitario por tonelada exportada que se encuentra por debajo del promedio. Esto tiene razón en múltiples factores, pero la posibilidad de mejorar esa relación precio/calidad es real. De esto depende en parte que las proyecciones se exportaciones se ubiquen entre los US$ 2.000 o más arriba, en los US$ 3.500 millones.
Adicionalmente, el país deberá avanzar en la incorporación del hidróxido de litio en su repertorio de producción. El mundo lo demandará en mayor proporción en el futuro y su producción se está descentralizando (ya se produce en chile y se producirá en Australia) y, si bien existe un debate acerca de si el precio internacional convergerá o no al del carbonato, representa una alternativa para incorporar valor agregado local.
Finalmente, la reciente creación de la división de litio de YPF potencia oportunidad para incrementar la participación nacional en proyectos y desarrollar aún más la cadena local de proveedores. Tanto en Chile como en Australia la mayoría de los proyectos cuentan con una participación de empresas locales, lo cual permite influir en la toma de decisiones y estrategias que sigue cada uno, por lo que la participación local mejora la injerencia hacia la toma de decisiones que favorezcan el desarrollo local.
En materia de proveedores, la empresa petrolera cuenta con una larga trayectoria en su desarrollo en sectores petroquímicos, con cierto punto de contacto con la actividad que se desarrolla en las salmueras, por lo que su experiencia y capacidad será positiva para aumentar la densidad de la cadena de proveedores local.
Fuente: El economista.