Descomponer agua para generar energía: hidrógeno verde en Argentina
Una transición consiste precisamente en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no termina de nacer. Con respecto a la transición energética, hija o entenada del cambio climático, está bastante claro qué es lo viejo: el mundo necesita cada vez más energía y ya no puede seguir sosteniendo esa demanda mediante los combustibles fósiles, como el petróleo, el gas y el carbón, cuya explotación genera gases contaminantes a la atmósfera.
Lo nuevo, no tan claro aún, puede ser una edad de economías propulsadas por sectores “verdes”, en las cuales el desarrollo económico está alineado con la sustentabilidad ambiental. En esa auspiciosa dirección van los compromisos ambientales que han tenido como principal hito el Acuerdo de París de 2015, ratificado en la actualidad por 191 países. Y en esa dirección, el hidrógeno verde aparece como una oportunidad, tanto para el mundo como para la Argentina.
El hidrógeno es un elemento químico que se define como vector energético, es decir un portador de energía. Puede obtenerse a través de un proceso químico conocido como electrólisis, un método que utiliza la corriente eléctrica para separar el hidrógeno del oxígeno, que componen la molécula del agua. Agregamos la palabra “verde”, es decir, hablamos de hidrógeno verde cuando esa electricidad se obtiene de fuentes renovables. Su obtención a partir de fuentes renovables (como la energía eólica o solar) y sus aplicaciones variadas, desde el transporte a la industria, lo posicionan como una alternativa limpia en una transición hacia una economía más baja en carbono. Una de las principales barreras que obstaculizan una difusión más rápida son los todavía altos costos de su producción, como sucede en general con otras tecnologías verdes. No obstante, con solo un pantallazo de algunas experiencias internacionales sobre hidrógeno verde, nos damos cuenta de que tiene ya una relevancia estratégica, tanto en el Sur como en el Norte global.
En América Latina, Chile presentó en 2020 su Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, con la cual aspira a convertirse en un líder exportador del producto y sus derivados, ambición novedosa en un país donde sus gobiernos han tendido a evitar políticas industriales que eligieran sectores estratégicos. Otro país del Cono Sur, Brasil, viene definiendo un Plan de Acción Gubernamental. Para esto se encuentra desarrollando una variedad de estudios, entre los cuales se destaca el Mapeo Sectorial del Hidrógeno Verde en Brasil, diseñado por la Cámara de Comercio e Industria Brasil-Alemania (AHK). Y es justamente Alemania uno de los países que han picado en punta en el tema: su Estrategia Nacional de Hidrógeno prevé que el sector recibirá fondos públicos por 9 mil millones de euros como parte del paquete de estímulo fiscal destinado a lidiar con las consecuencias económicas del covid-19.
Hay, como vemos, una agenda global del hidrógeno verde que crece traccionada por el binomio desarrollo económico y sustentabilidad ambiental. Detrás de estas agendas se observan Estados que actúan como impulsores activos del cambio, transformando y potenciando la estructura económica en línea con las urgencias climáticas a través de las Políticas de Desarrollo Productivo Verde (PDPV). En los últimos años, un nuevo consenso considera imprescindible que los Estados, en diálogo con el sector privado, adopten políticas proactivas para los sectores “verdes”: es poco probable que la transición hacia economías más sustentables ocurra de manera automática y se resuelva enteramente por el accionar individual de los agentes que componen el mercado.
¿Dónde está la posibilidad para Argentina en cuanto al hidrógeno verde? Tenemos un potencial productivo local enorme, que es la disponibilidad de recursos renovables para procesos electrolíticos, sobre todo la energía eólica. Y la experiencia de Hychico, en la provincia de Chubut, lo ha puesto de manifiesto: la empresa surge en 2006 como una subsidiaria de Capex SA, una firma dedicada a la exploración y a la explotación de hidrocarburos. Que una empresa dedicada a explotar hidrocarburos termine invirtiendo en la generación de energías limpias dista de ser una paradoja. Más bien, es un sendero recurrente y necesario para la transición energética. La palabra clave aquí, frente al advenimiento de un nuevo paradigma productivo, es reconversión.
El caso de Hychico puede ser modélico en tanto fue una empresa en la que se verifica una visión a largo plazo cimentada sobre un diagnóstico temprano acerca del potencial argentino y de las oportunidades que se abrían en el contexto internacional. La empresa nace con dos objetivos: la generación de energía de fuentes renovables y el desarrollo del hidrógeno como vector energético. En el año 2000 comienza un proceso de exploración de las posibilidades de producir hidrógeno limpio en la Argentina. Entre 2009 y 2020, la planta de Hychico logró producir 2,7 millones de Nm3 de hidrógeno limpio, lo que equivale a la cantidad de combustible que utilizarían diez buses para dar 6,8 vueltas a la Tierra. Eso tal vez sea solo un dato de color, pero quiere simbolizar la potencialidad del sector.
Estos resultados fueron alcanzados pese a que el marco de promoción estatal destinado al hidrógeno verde es casi inexistente en el país: la ley sancionada en 2006 para incentivar el sector nunca fue reglamentada. Hay que ser claros al respecto: falta definir una hoja de ruta sobre hidrógeno verde en la Argentina que contemple las oportunidades que tenemos. Es necesaria la reglamentación de un marco normativo claro, junto con la implementación de políticas públicas que promuevan iniciativas del ámbito privado. Podemos mencionar algunas recientes que apuntan en esa dirección y que ilustran el interés público en el sector, como el Consorcio para el Desarrollo de la Economía del Hidrógeno en Argentina (H2ar), una mesa de trabajo colaborativa liderada por Y-TEC, en la que participan más de treinta empresas que operan en toda la cadena de valor del hidrógeno; el Foro hacia una Estrategia Nacional Hidrógeno 2030, iniciativa del Consejo Económico y Social, o el Plan de Desarrollo Productivo Verde del Ministerio de Desarrollo Productivo, que plantea el hidrógeno verde como un sector estratégico.
No obstante estas promisorias iniciativas, Argentina debe delinear con más fuerza y celeridad una hoja de ruta ambiciosa de PDPV, que contemple los desafíos y oportunidades de la transición energética. No solo para el hidrógeno, sino para otros sectores “verdes” claves como la electromovilidad o las energías renovables. El desarrollo económico y la sustentabilidad ambiental no son movimientos antagónicos. Por el contrario, la transición hacia energías limpias puede ser un camino para transformar la matriz productiva nacional en dirección hacia un sendero de desarrollo sustentable.
Esta columna se desprende de un Documento de Trabajo del Área de Desarrollo Productivo de Fundar, en donde estos argumentos son expuestos de una manera más extensa: El documento está disponible aquí.
Fuente: Lucía Pezzarini: Coordinadora del Área de Desarrollo Productivo de Fundar; Y María Belén Dias Lourenco: Analista del Área de Desarrollo Productivo de Fundar a través de Perfil.