Atucha II: avanza la reparación y calculan que volverá a estar operativa en julio
La central nuclear más reciente del país está paralizada desde octubre por un desperfecto mecánico. Cómo es el complejo procedimiento de arreglo que lleva meses de preparación.
Atucha II, una de las tres centrales nucleares que posee Argentina, se encuentra paralizada desde octubre pasado por un pequeño incidente técnico: el desprendimiento de uno de los separadores del reactor. Sin embargo, las tareas de reparación ya están en marcha y las autoridades prevén que la planta, que provee cerca de un 3% de la energía eléctrica del país, podrá volver a entrar en funcionamiento en julio próximo.
El propósito de una central nuclear es generar electricidad para el consumo diario de la población. Los reactores de Atucha I y II se encuentran en edificios separados con techos semiesféricos. La función que tienen es la de calentar el agua bombeada desde el río Paraná hasta unos 200 grados centígrados, a una alta presión para que no se evapore.
Esa agua líquida a altas temperaturas se utiliza para evaporar otra agua que corre por unos caños conectados. El vapor, que fluye a toda velocidad, es trasladado a un edificio vecino al del reactor, dentro del cual es usado para accionar las turbinas que están conectadas a la planta generadora de energía eléctrica del complejo con la cual se abastece a la red nacional de energía.
Pero en Atucha II este proceso se frenó hace siete meses. En agosto de 2022, los operadores detectaron que el caudal de agua pesada, con la que se refrigera al reactor, era menor al esperado. Recién en octubre dieron con el porqué. Una de las piezas que separan el agua refrigerante de las capas de relleno inferiores se había desprendido de forma tal que quedó atascada bloqueando uno de los canales.
Atucha II
El reactor nuclear de Atucha II
El desplazamiento de ese separador, un pequeño cilindro metálico de unos 15 centímetros de diámetro, obligó a paralizar todo el reactor ante el riesgo de recalentamiento y la imposibilidad de cumplir con los estándares de seguridad requeridos. El problema es que se encuentra debajo de todo, a 14 metros de profundidad, y la única forma de acceder a él es a través de un tubo de solo 10 centímetros de diámetro, o sea, más angosto que la pieza en sí. “Se trata de una reparación compleja de un desperfecto mecánico simple”, resumen las autoridades.
Nucleoeléctrica Argentina, la sociedad anónima de capitales estatales que gestiona las centrales nucleares del país, tenía dos alternativas. La primera, sugerida externamente por los diseñadores del reactor, fue directamente descartada. Implicaba desarmarlo completamente para luego poder remover fácilmente la pieza atascada. Suena más sencillo de lo que es, porque hubiera significado paralizar Atucha II por entre cinco y seis años.
Se optó entonces por la segunda opción: quitar la pieza sin desmontar todo el reactor. La contra es que, al ser de diseño único, Nucleoeléctrica debió fabricar especialmente todas las herramientas por su cuenta. Básicamente, se hará descender una máquina electroerosionadora que cortará la pieza atascada en varios pedazos, para luego juntarlos y subirlos por la pequeña abertura.
Estas herramientas ya han sido terminadas en un 90% y con insumos de pymes nacionales. Al tratarse de una tarea delicada que no da margen de error, los operarios están practicando en un simulador del reactor a tamaño real denominado mock-up, el mismo que se utilizó en 1988 cuando un incidente similar obligó a frenar completamente Atucha I por dos años. Fueron las únicas dos veces que hubo que paralizar alguna central nuclear argentina en los 55 años que el país lleva generando energía de este tipo.
Atucha II
El simulador o mock-up del reactor con el que se realizan las pruebas preliminares
La diferencia entre la primera y la segunda opción de reparación es enorme. Fabricar las herramientas por cuenta propia costó no más de 2 millones de dólares y 20 millones en total teniendo en cuenta todos los costos operativos y de recursos humanos. Desmontar el reactor, en cambio, hubiese costado unos 400 millones de dólares. A eso se le debe añadir que, por día, la central factura 1 millón de dólares, un lucro cesante que se hubiese extendido no por nueve meses sino por al menos cinco años.
La intención es realizar el procedimiento real en junio próximo. Si la pieza es sustraída con éxito, Atucha II volvería a estar plenamente operativa en julio para aportar sus 745 Mwe a la red eléctrica nacional. Se calcula que el reactor genera por mes el equivalente a un barco de GNL, una cantidad crucial dado que Argentina debe importar 30 buques este año. Por lo tanto, su reconexión en pleno invierno será fundamental, junto al debut del Gasoducto Néstor Kirchner, para el ahorro de dólares que el Gobierno necesita desesperadamente.
La construcción de Atucha II comenzó en 1982, pero estuvo paralizada entre 1994 y 2006 y fue finalmente inaugurada en 2014, empleando hoy a más de 700 personas. Es la central más reciente del país. Antes habían sido inauguradas Atucha I (en 1968) y Embalse (en 1974). Este complejo hace que Argentina sea una de las únicas 36 naciones en el mundo que produce su propia energía nuclear.
Gracias a su aporte, actualmente la red de centrales nucleares le provee al país entre el 7 y el 11% de la electricidad total consumida. Aunque con la inauguración de otras fuentes generadoras de electricidad su peso relativo fue decreciendo con el correr de los años, se trata de una parte clave del sistema energético.
No solo es una forma de generación eléctrica que puede (y debe) funcionar las 24 horas del día sin estacionalidad. Además prácticamente no genera contaminación: no crea dióxido de carbono, no reviste perjuicios para la tierra circundante ni tampoco implica el vertido de desechos al Paraná. Y los residuos radiactivos producidos son cuidadosamente controlados por la Autoridad Reguladora Nuclear. También es eficiente. A comparación con los miles de metros cúbicos de emisiones de carbono, la cantidad de energía nuclear que un ser humano necesita usar durante toda su vida cabría en el tamaño de un huevo, grafican los expertos que administran la central.
José Luis Antúnez, presidente de Nucleoeléctrica Argentina, lo resume a El Destape: “Hemos terminado de demostrar que es una fuente de energía limpia y segura. Y además es soberana. Es muy lindo decir ‘compro petróleo afuera’, pero tenés problemas cuando alguien corta el caño de petróleo”.
Fuente: El Destape