El hombre que usa una bicicleta y una heladera vieja para darle luz a una aldea
Malaui es un país del sur de África que no tiene salida al mar. Es considerado uno de los más pobres del mundo. Solamente el 11% de su población está conectada a la red eléctrica, en tanto que en las zonas rurales el porcentaje desciende al 4%.
Nkosi había emigrar de su aldea para poder estudiar y, cuando regresó, hace unos años, advirtió que su vida cotidiana sin electricidad debía cambiar. Según informa la agencia AFP, la iniciativa la llevó adelante luego de darse cuenta de que el río Kasangazi, que fluye frente a su casa tenía la fuerza suficiente como para hacer girar los pedales de su bicicleta.
Si bien Nkosi no tenía conocimientos de electricidad, comenzó a probar con una dínamo y logró llevar corriente a su hogar. La novedad causó furor en el pueblo y varios de sus vecinos iban a su casa para recargar los celulares. Entonces, el hombre decidió ampliar el proyecto.
Desviando el agua del río, logró crear una pequeña cascada. “Hice una turbina hidroeléctrica con el compresor de un refrigerador, brindando electricidad a seis casas”, indicó a la agencia de noticias.
“Estamos muy agradecidos [con Nkosi] por habernos traído la electricidad. Mis palabras no son suficientes para explicar cuánto ha cambiado mi vida, ahora puedo hacer muchas cosas”, confesó el primo del inventor.
Electricidad barata
En la actualidad, Yobe Nkosi se abastece de electricidad gracias a su centralita artesanal, que está instalada en las afueras y que es impulsada por el motor de una desgranadora de maíz. La energía es transportada a lo largo de dos kilómetros de cables de acero rudimentarios que están colgados de árboles, que hacen de postes eléctricos.
Gracias al invento, la escuela del pueblo es la única entre las 17 de la región, que tiene iluminación. “Ahora con la electricidad, no tenemos más excusas para no aprobar los exámenes”, asegura Gift Mfune, alumno del último año de la primaria, donde hasta ahora los niños estudiaban con velas, si llegaban a tener dinero suficiente para comprarlas.
Los usuarios de la red pagan un poco más de un dólar por mes. “La electricidad es prácticamente gratuita”, aclara Nkosi. Sin embargo, los montos no llegan a cubrir los gastos de mantenimiento, que son aportados por su bolsillo. El objetivo del hombre es poder conectar otras aldeas y escuelas de la zona a la red.
Su invento no solo mejoró la calidad de vida de los habitantes del lugar, sino que también llamó la atención de las autoridades del país, quienes tienen interés en abastecer de energía eléctrica a las 18.000 personas que viven en la región. Incluso, desde el Ministerio de Energía se comprometieron a ayudar “tendiendo líneas eléctricas seguras y fiables”.