El sueño nuclear argentino vuelve en formato pequeño y con destino de exportación
El reactor Carem 25 volverá a poner en carrera la energía nuclear en la Argentina. El proyecto implica desarrollo de tecnología, ingeniería y una cadena de 1400 empresas privadas vinculadas.
La Central Argentina de Elementos Modulares (Carem) es un proyecto para construir el primer reactor nuclear de generación de energía eléctrica diseñado y fabricado en la Argentina. Se trata de un pequeño reactor nuclear, un tipo conocido como small modular reactors (SMR, por sus siglas en inglés), que generó la vuelta de la Argentina a la carrera de la energía nuclear a nivel mundial.
Según sostuvo la Nuclear Energy Agency (NEA) en un informe, de este tipo de reactores en construcción es el más avanzado en el mundo. En construcción solo hay otro en etapa inferior en China y existen unos 80 recién en etapa inicial. La Argentina pica en punta, pero no es por casualidad. Está a cargo del proyecto la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
«La historia nuclear argentina tiene más de 70 años y fuimos dando pasos incrementales que nos llevan a este punto del Carem. En 1958 pusimos en línea el primer reactor de investigación, exportamos estos reactores de investigación, tenemos tres centrales nucleares, fabricamos todo el combustible para nuestros reactores y en cada uno de los proyectos fuimos generando más y más empresas argentinas que pueden fabricar componentes o hacer ingeniería en el sector nuclear. Tenemos la experiencia para dar el salto de tener nuestro primer reactor de potencia. Es un salto que estamos dando como país para tener un reactor para producir energía eléctrica completamente argentino», dice Sol Pedre, gerente general del proyecto Carem 25 desde 2021.
La idea se inició a mediados de la década del 90, pero el proyecto comenzó efectivamente con el relanzamiento del sector nuclear en 2006. Ese año se aprobó una legislación que permitió extender la vida útil de la central nuclear de Embalse en Córdoba y avanzar con Atucha II en la localidad bonaerense de Lima.
A partir de ese año, también se le encomendó a la CNEA el proyecto del reactor RA-10, que sirve para producir radioisótopos para medicina, y el proyecto Carem 25.
El Carem está instalado también en la localidad de Lima. Cuando esté finalizado, tendrá una potencia de generación de 32 MW. En la actualidad el proyecto tiene un grado de avance general de 62%, entre la las obras de ingeniería, obra civil, fabricación de los recipientes de presión, de los generadores de vapor, de los combustibles, y de otros componentes. Pedre aclara que la obra civil (el edificio nuclear) está en un 79%.
Se prevé que estará operativo en 2028, pero para eso deberá superar hitos importantes, entre los que se destacan la finalización de la fabricación del primer generador de vapor (en total tendrá 12), para el que en septiembre y octubre se realizarán las pruebas principales.
Inversión millonaria
Otro hito relevante llegará en diciembre de 2024, cuando concluya la obra civil del reactor. La financiación del proyecto es 100% estatal y, hasta ahora, requirió desembolsos por u$s 600 millones en 10 años. Pese a los vaivenes económicos de los últimos años del país, en los últimos tiempos este proyecto no tuvo interrupciones de financiamiento.
La gerente del proyecto destaca que aún faltan otros u$s 300 millones de inversión para completar la obra. Según Pedre, el objetivo es que el 70% de todo el proyecto sea de fabricación nacional. El objetivo es de magnitud y aguas abajo está generando un desarrollo industrial que a veces no se llega a dimensionar. En total, hay 1400 empresas de distintos proveedores privados y de servicios trabajando en el proyecto y hoy el Carem 25 tiene 160 contratos vigentes con empresas privadas especializadas que son parte fundamental de toda la cadena de valor.
Vuelta al núcleo
«Hace dos o tres años se dio un resurgimiento de la energía nuclear a nivel mundial y esto es porque, por un lado, quedó claro que no se puede cumplir con los compromisos de reducción de emisiones de dióxido de carbono sin una energía de base (24 horas por siete días a la semana) limpia. La otra energía de base es la hidroeléctrica, pero está afectada por el cambio climático. El mundo va hacia un mix de energías entre renovables, hidroeléctrica y nuclear. Por otro lado, este proceso se aceleró con la guerra entre Rusia y Ucrania que provocó que Europa tenga requerimientos que no puede cumplir y, en paralelo, Estados Unidos empezó a ver nuevamente a la energía como un tema de seguridad nacional», asegura Pedre y agrega que todo este movimiento generó que la nueva ola nuclear esté enfocada en reactores como el que la Argentina está construyendo.
Con el Carem, el país está de vuelta en la carrera nuclear y corriendo a la mayor velocidad a nivel mundial. El objetivo de todo el sector nuclear argentino es poder fabricar estos reactores para exportar. La buena noticia es que en el mundo hay demanda para esta tecnología. Al ser modulares, los reactores como el Carem 25 tienen la posibilidad de escalar.
En el mundo hay 440 centrales nucleares que generan energía y abastecen casi el 10% de la demanda de electricidad a nivel mundial. El Carem sería el primer proyecto de este nuevo tamaño, que es el que se requiere en la nueva generación de centrales nucleares.
Cada central tiene desde el diseño unos 120 MW y se podrían juntar cuatro módulos para llegar a 480 MW. Eso implicaría un proyecto de exportación por u$s 4500 millones. Según proyecciones de grandes compañías a nivel mundial, si la Argentina se queda con una porción mínima de este nuevo mercado podría exportar al menos cuatro centrales de este tipo para 2050. Es un salto exportador en tecnología, industria y desarrollo nuclear relevante.
Las empresas estatales vinculadas al sector nuclear argentino demorarían cinco años de ingeniería y otros cinco años más de construcción para tener listo para exportar en el primer reactor de este tipo, pero los siguientes proyectos se realizarían en un plazo menor por la capacidad instalada que generó el primero y la experiencia desarrollada. «Tiene ventajas tecnológicas y comerciales respecto a los reactores de gran escala. El tamaño es compatible con lo que nosotros podemos fabricar en la Argentina», señala Pedre. En el sector no solo está la CNEA, sino que hay todo un ecosistema de empresas, entre las que se destacan CONUAR, que hace los combustibles y componentes; Nucleoeléctrica Argentina (NASA), que opera las tres centrales nucleares del país; Impsa, que fabrica los recipientes de presión; y el Invap. Todas participan en el proyecto Carem 25.
Exportar reactores
El desarrollo integral de reactores de nueva generación como el Carem generó la posibilidad de que un montón de países sin tradición nuclear ni plantas instaladas empiecen a analizar seriamente la posibilidad de importar este tipo de diseños para producir de manera local energía nuclear. En el sector nuclear argentino se vienen realizando estudios de mercado hace un año para analizar la potencialidad y las condiciones reales para exportar este tipo de reactores nucleares.
«Uno de los talones de Aquiles de la industria nuclear es que los proyectos enormes (plantas tradicionales) necesitan mucha inversión de capital inicial y tienen riesgos financieros porque son muy extensos en el tiempo. Salvo excepciones como la planta que construyó Corea del Sur en Emiratos Árabes Unidos (Central Nuclear Barakah de 5600 MW cuando se complete), estos proyectos se demoran mucho porque son complejas.
El tipo de reactores como el Carem 25 va a atacar este problema porque son más pequeños y se fabrican casi todos los componentes de manera local, lo que reduce la incertidumbre. Además, la inversión inicial es mucho menor», detalla Pedre y añade que por el desarrollo histórico del sector nuclear argentino y por cómo se modificó el sector a nivel mundial en los últimos dos años, el país tiene una oportunidad única de pasar a ser un país exportador de centrales nucleares.
Más seguro
En materia de seguridad, siempre sensible en temas nucleares, la gerenta general del proyecto subraya que el Carem tiene características particulares porque sus sistemas de seguridad son todos pasivos. Esto quiere decir que el reactor ante cualquier evento pasa a estar en estado seguro sin la necesidad de intervención humana y sin necesidad de electricidad.
«Los sistemas de seguridad funcionan todos por gravedad y transferencia de calor, entre otras cosas, y esto hace que sean mucho más seguros. Al ser más pequeños son más simples y permiten tener la circulación natural dentro del recipiente de presión y esto quiere decir que no necesitamos bombas. Esto evita que haya incidentes. Es decir, todos los eventos que pueden suceder en una central nuclear grande en el Carem no se encuentran por el propio diseño», cierra.
Fuente: Cronista